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y la gloria do la gloria; y la aprovechando a en las horas «Los invisibles átomos del aire «Eu derredur palpitan y s: inflaman. El cielo se deshace én rayos de oro; La tierra se estremece alborozada; Oigo tiotando en oias de armonia «Runor de besos y batir de alas: cllis párpados re cierran. Que sucede. Es el amor que pasa!
bía dado acabar ia gastado tres taba dentro del Spides, ué laboriosa en su panegirista ciones de periosar corregir eas, dc tan honescribir acerca neidad, esa seut1 y Moratín y e Bécquer, que tenidas en tres os distintos, ri.
tes no vacilan alemán Heine, nientos. identi as de Bécquer Los otros dos libros no son volunincsos, ni falta hace para que sean Delos y proclamen en donde quiera la gloria inmarcecible del poeta. Se titula uno, Lorena das: el otru, gue es continuación del prinero y cuyo asunto es casi el mismo, Desiswi cilde (cartas literarias. Ambos relata: con rica prosa leyendas y tradiciones. Toledo cra su sitio adorado de inspiración. La misma delicadeza, el mismo prodigioso derreche de fantasia, pero no de esa oriental que ciega fuerza de deslumbrar en las mil y una noches sino de esa que se funda en tradiciones inversoimiles con sus puntos de realidad y que más parece del Septentrion; la misma brillantés de estilo, el ini mno colorido como de acuarelas antiguas tienen ambos libros. En su oportunidad, en su medio ambiente, destilan por nuestra cabeza hechizada, corceles briosos montados por señoras displicentes y bermosísimas por caballeros calzados con espuela de oro, servidores arrastrando iraillas de lebreles, monteros con sus ballestas y jabalinas, pajes vestidos de brocados: parecen escucharse ruidos de trompas, ladridos de perres y piafar de caballos: juegan stl papel guapas inozas de pueblo.
badas y gnomus perfidos. Todo con un encanto singular un arte sólo comparable, aun cuando con un seilo indiscutible de originalidad, al de Hoffmann y de Poe.
Entre las leyendas han sido celebradas: La mujer de giura. La rosa de presión, El ramo de luna y Los ojos verdes, primorosas todas: pero a mi, cemo ninguna ine ha parecido bella esta altima, Bécquer escribió unos versos a los ojos verdes de una dama; y me inclino creer que los mismos fueran los inspiradores de la leyenda, que por no fatigares no leo, aunque lo quisiera para que os hechizara la fansia del poeta.
Mas o resisto 12 tentación de deciros los versos: don Angel Roe, y reconozco etro también, si ero mientras e Heine, Bécquer todas sus poeraleza, poseldo. XII. Porque son, niña, tus ojos Verdes como el mar, te quejas. Verdes los tiener las nárades, Verdes los tuvo Minerva Yverdes son las pupilas De las hurls del Proiera.
El verde es gala y ornato Tel bosque en la primavera Entre sus siete colores Brillante el Iris lo ostenta Las esmeraldas son verdes.
Verde el color del que espera las ondas del Océano el faurel de los poetas. Es tu raejilla temprana «Rosa de escarcha cubierta «Es que el carıní» de los pétalos «Se vé al través de las perlas. sin embargo Sé que te quejas, Porque tus ojos Crees que la afean: Pues no lo creas: Que parecen tus pupilas.
Humedas, verdes inquietas. Tempranas hojas de almendro, Que al soplo del aire tiemblarl.
Es tu boca de rybies Purpúrea, granada abierta, Que en el estso convida apagar la sed en ella. ineas esbozado, ya que siento co la miel exu dulce corazón de sus estrofas es la cuerda acentarѕе una lujuriosas de las sublinidae Venus y Cucon qué tiao Cidad primera y vo Adolto! ES.
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