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ando los prioba. Abrió la árboles y los ndeciso. Háerhlé recordó jardin donatreabierta, y que conocien Ho donde ha.
Questa. Sera Los presenParis, y des os pasar el camente enable y lleno de lo detenta la es era tan jo Lenciosos moas animadas, lo de an intimo Torre Alasstancia no me cou sus cabellos de oro bajo un sombrerito de paja, los brazos cubiertos con guantes de Suecia, los pies calzados con zapatillas de cuero amarillo, Miss Edel, con un vestido color malva, apareció. Govo Horarap! dijo.
Fue tau seco y tan irío el saludo. que tr. Herblé olvidó las palabras de agradecimiento que tenir preparadas. Silenciosos siguieroa la vereda que conducía la torre por entre bosques.
Un balo se levantaba de las hierbas y hojas. Un silencio profundo y triste se imponia, y juntos sentían una impresión de soledad y de vacio. Eso y mas la extrafleza de la hora y dei despertar insólitos, incucia los jóvenes una especie de vaga melancolia, to sin encanto, y un disgusto causa de sus pudores alarmnados con sus audacias. Pero habian ya caminado demasiado para intentar devolverse, y saboreando la delicia de esa aventura que ciertamente los unía más uno al otro, no pensaban sito en el sol, que iban a contemplar momentos más tarde, por medio del cual, sin darse cuenta, sufrían por adelantado el prestigio fatídico, como si el oráculo verdaderamente fuerit a decidir de su noviazgo.
Los pinos de tonos rojizos sucedian los abedules y las hayas, los brezos Hilas tapizaban de musgo los juncales resinosos y cubiertas de púas. Los peñascos por tudas partes aua se ocultabaz, y el caminillo serpentraba en declive al lado de in rilazo que todavía ocultaba la corre.
De repente, al cruzar el camino, apareció el bus gris que resplandecja sobre el cielo descorido, en medio de una descarnadas de liquen y cubiertas de graineas salvajes, como un bitim vestigio feudal del Castulo Alasprei.
Miss Edel, ligeramente sufocada, miraba a Oriente lus rayos de la aurora que comenzaban a colorear el cielo, donde las nubes semejaban copos de algodón rosado, Llegamos tiempo. preguntó ella.
Hay muchas nubes suspiró Mr. Herblé, moviendo la cabeza receitso y tengo miedo de que el sol quede oculto. Ah! exclamo ella siu que se pudiera saber si era esperanza o contrariedad.
Cna liebre paso entre sus pies, sacudiendo el ocio: Tigre elle describia ai rededor de ellos grandes círculos a) galope, al ver el animal. currió a darle caza. Esta diversión entretivo Miss Edel, sobre codo cuando ella vjó volver al iebre avergonzado, pues la liebre, después de dar algunas vueltas, se soterro bruscamente entre los matorrales.
Caminaron todavia algunos pasos y cuando se encontraron por fin bajo la Torre jadeantes, casi ante el arco negro sin puerta que velaba la ese. lera eu forna de carucol, ella miró a su casaliero indecisa y berionamente, dijo. Es su desco subir hasta el fin. Me parece que de aquí podríamos ver muy bico, agregó.
Tiene miede. Miss Edel? Eso no debe ser. continuo, lanzándole una mirada de reproche muda y penetrante.
La respuesta la hirió en su orgullo, y para mostrarle que ella no tenía miedo de nada, ni de el, ni de ella misma, ti del problemático pur venir que les protesticaTia la salida del sol, se resolvió a subir precipitadamente la escalera oscura. Herble la siguió. por largo tiempo sublan citas y cambiando apenas una que otra palabra banal, cuando de pronta el gran oia fos deslumbro: salieron a la plataforma, en donde Miss Edel, agitada, lanzó ante el vasto paisaje, un grita de admiración. de este puieel nacimiento. y cree que ses desgraciauchas parejas?
De nueve veces aceptan solaimiento del sol mirandola hasta soberbia Sinnomentos de soerraza de la cado con el libre Una inmensa extensión de costus, de valles y de bosques los rodeaba, y el estriangular de estano que divisaban a lo lejos, en la clarida de un valie, cra el Oceanu. La foresta de Alaspret, del pie de la torre hasta el horizonte, dilataba el amontonamiento de citas redoncias que se extingaian entre les vapores azules. La campiña recordaba un tapiz remendado: sus manchas atnariilsis, aqui y allá, anunciaban el trigo; aquelles piedras grises, los pueblecillos: también se distingulau los pu108 blancus de los campanarios; un riachuelo, bajo los sauzales, parecia la corriente de un galón de lata orlado de verde. De todas partes se elevaba la humedad en vapor gris, que bañaba con fujo moviente la Torre y aquella extensión parecía un continente sumergido bajo un mar de niebla.
El Oriente se enrojecia cada vez más: las uubes se inflamaban de tonos púrpura, que hacian pensar en las gigantescas brasas de tu incendio, en la claridad de un horno. El silencio se unia al misterio y la impresión de grave y religiosa poesia que se levantaba, con la aurora, sobre la tierra. Bliss Edel y Herble pensaban en este despertar infinito. y en las siempre jóvenes y vitales fuerzas del mundo. Cuántos millones de dias parecidos el sol habia alumbrado ya: cuantas primaveras in viernos; trabajo del campesino sobre el pedazo de tierra: el trabajo de los obreros en las ciu si por castaar de mi aire Sn. Acababa de o de alegría coavate arreglada, 3539
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