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Desde la costa Finge el cielo una concava pizarra mientras el viento en los pomares zumba; contra el peñasco el piélago retumba y sus soberbias al silencio narra.
El barco en el playón rompe la amarra y mar adentro sobre la ola arrumba: la tierra en su quietud es una tumba que el oro de los astros abigarra.
En medio de las sombras y el inutismo ensánchanse las fauces del abisino como un chacal que bostezara de hambre, derramando sus sidéreos rastros, sus alas de fulgor abren los astros como si fuésen luminoso enjambre.
El arbol solitario Encima de la cuinbre se levanta desafiando la furia de los vientos: acalla entre las fibras sus lamentos y cuando el cierzo lo flagela. canta. si el rayo su colera agiganta atronando el azur con sus acentos, evade, indiferente, los tormentos y envuelve su dolor en ira santa. Arbol fuerte que vires en la cumbre del raro desafiando la braveza.
en mi londo meditar te reverencio!
Anlielo, como tú. bañarme en lumbre, como tú reaponder la bajeza, y al odio y al rencor, con el silencio.
Lisimaco Chavarria 3545
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