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Archivos nacionales Para Paginas Ilustradas de un obispo, pues la acusación aparece escrita de Villareal, obispo de Nicaragua y Costa Rica, tal en Cartago. No está en el proceso la sentei obtuvo del Archivo de Indias, y completó el ruid car de crónica.
Ni visita fué larga. un día entero abusa Director, que se dispuso a atenderme y servirme primera vista, parecia un laberinto, pero que mo, da el conocimiento cabal del orden, basand alli reina, dando a conocer el improbo trabajo de se cuentan algunas señoritas que, en sus esfuer cometido, po les van en zaga los hombres, me ción de sus superiores y de la opinión pública e aquella oficina se puede hacerla desmerecer en dola en algo así como asilo de pensionados, seg de la capital Xo trato de entablar polémica baldía, una vez que el señor Meza la defendido su obra unida fa de sus subalternos, hasta de Ya que, por la actual penuria del tesoro tra fomento de la oficina de los Archivos Nacionales desta situación, mientras llega la oportunidad exigencia pública, comenzando por const uir ut tual, ya que éste es de todo punto insuficiente dientes que allí existen y los que diariamente se la administración del Estado, al extremo de que se, qué mucho que pudiera colocarse allí el muse Todo está ocupado, en verdad: pero la atinada pejado el caos que aplano parecia prevalecer, expediente, veces, equivalia desestrañar de Hace algún tiempo tuve ocasión de visitar todos los departa. nentos que ocupan los Archivos Nacionales y de imponerme por iní mismo del trabajo que demanda ese servicio público y, sin que se me tache de exagerado, nunca fui tan agradablemente sorprendido, nunca se escitó con mayor entusiasmo mi admiración, como en aquel rato de fruición espiritual, que no en otros términos puedo calificarlo: y es que alli se destacan, casi de un golpe de vista, la inportancia nacional de los archivos y la labor, tan fecunda como inteligente, de todos sus empleados: lo que es más: dase uno cuenta exacta del movimiento habido en todos los departamentos, marcado con el sello del orden, del método y de la diligencia en conjunto armónico, de tal manera que, la verdad, no se pier, de un minuto en la diaria labor, como una máquina obedeciendo con exactitud matemática la fuerza impulsiva de su acción.
Respirase en los archivos cierto anbiente que parece penetrar en el alma, conduciendo a la meditación, que palpita sobre todo aquel mundo del pasado, de recuerdos tradicionales, que se anhela se conserven cono reliquias de familia, que mantienen fresca la memoria de todo lo que formó parte integrante de nuestra vida nacional. La Sección histórica al respecto, cómo cautiva el ánimo, impulsando su curiosidad! No en vano intelectuales de espiritu investigador 11cansable, como Francisco Maria Iglesias, León Fernández. Cleto González quez, Ricardo Fernández Guardia y Anastasio Alfaro ban formado de los archivos algo así como su casa solariega. beneficiando al país con el valioso producto de sus estudios, al igual de Manuel María Peralta desde Europa.
Entre otras curiosidades vi alti el Libro de Figueroa, colocado en un aparato especial. Tuvo que ser mucha la cortesia del Director de los Archivos, don Rafael lieza Noguera, quien me acompañaba en aquella excursión por nuestro pasado para que no exhalara ni una queja de fastidio con mi abstracción en presencia de aquel libro, que ojeé con avidez desde la carátula hasta el fin, en largas dos horas que viví cou mis antepasados, gracias al notable ingenio y la rara diligencia del señor Figueroa. Yo respiraba allí hasta el perfume de las silvestres hores de la naturaleza en aquellos remotos tiempos de la cominación española, cuando los indígenas vivían en las montañas, cinnaturalizados, como las aves en los bosques. Por qué no se ha impreso el libro de Figueron, ya que de tal manera impresionan sus páginas? Por incorrecto? Lo es, y bastan.
te, la parte literaria; pero como original interesante en el fondo, no hay en nuestra bibliografía otro que lo supere.
Vulgarizariase en la juventud y en el pueblo, con beneplacito general, el conocimiento del pasado de Costa Rica. Así, ese libro sería casi tan útil, en su género y esfera, como en su alta categoria, el escrito por Ricardo Fernández Guardia sobre El descubrimiento y la conquista. obra que en nuestra bibliografia histórica resalta por su gran vérito resumen el más acabado de la antigua historia patria, que el ilustre padre del autor desentrañara, con toda la documentación auténtica, cle los archivos de la Ame rica Central y de España, labor de muchos años y de paciencia benedictina, que Dieu ha merecido el aplauso unánime de los costarricenses.
Muchas páginas de aquel libro están ilustradas con dibujos ad hoc, todos interesantes: pero no me llamó especialmente la atención: el que representa una silla de la cual tirau, cada uno por su lado, un clérigo y un gobernacior, y en qué lugar en el presbiterio de un tempio, convertido en arena de combate. esto? exclamé instintivamente: y el amable Director se apresuró decirme. Eso representa el célebre pleito de la silla, habido en Cartago hace tres siglos y me llamó la otra sección historica, sacó un legajo de trescientos años y lo puso en mis manos. Lo revisé con avidez; apenas pude leerlo, ayudado con lo impreso, a guisa de traducción: impreso que se registra de la página 142 la 14; de la Historia de Costa Rica durante la dominación española. escrita por León Fernández. Habia allí letras ilegibles para mí, pero no nienos her inosas, características, acaso de las mejores de su siglo, cosa rara en la pluma Los alumnos de las escuelas y colegios frente al ed.
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