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3718 PAGSAS ILUSTRAS ELLA Para Pinas Blusadas Casi no existe una personit que 110 pute da referir algún caso raro incomprensible.
inexplicable que hava presenciado cido referir.
El hecho que voy a narrar fue presen.
ciado por varias personas que pueden dar fe de él.
Hace unos criorce años residía yo en una población del tranacaste me ocu.
paba de negocios de maderas por cuenta de un gran empresario, El trabajo era rudo y necesitata un gran esfuerzo mental y material de mi parte de modo, que cuando lograba acostarme las nueve de la noche, es decir una o dos veces por mes, me dormnia conto un liron hasta las cuatro de la mañana siguiente.
En mi nismo cuarto dornia) tres c017pañeros de Artigas. Fra el uno, el tenedor de libros, un alenin grueso. pacifico de ideas reposadas y un poco escéptico.
El segundo era un muchacho joven.
inteligente, ilustrado. gran aficionado a las investigaciones científicas. En cuanto al tercero, de edad mediant, era veron enamorado. pendenciero, travieso y sin ideas propias.
El caserón de la hacienda era vicjo. con gruesísimas paredes de adobes, bajo de techo y con un inchisimo corredor donde dormían muchos peones.
Víuchas veces habia oido yo al ordenador, cmipleado hoy en una gran finca, por la linea del ferrocarril a Linión, referir que algunas noches havia visto pitsearse por aquel corredor una mujer vestida de negro yenibozada en un rebozo de igual color.
Varios peones confirmaban est relación de la cual reamos los prius feras, los que nos considerábamos superiores por el saber, per la posición social y por la edu cación Sin embargo, el alem. in vso abrigabanios ciertas dudas. y muchas veces en las tardies después de la comida hablabamos del ast. Llegamos convencernos de que algún chusco bromista de mal género se eit tretenia en asustar a los pobres peores de ese modo.
Aquella lacicuda cra un pequeño pueblo, habia unos trescientos hombres en pleados en diversas fuenas y por consi.
guiente no faltaba la chismografia y todas las pequeñeces que nacen. Crecen y se des.
arrollan al calor de la sociedad humana cualesquiera que sean los ciementos que 1a integran.
Uno de los jefes de trabajos llevaba re.
laciones amorosas con la mujer de un contratista de maderas y por mis précau.
ciones que tomaron para ocultar esos amores, los mil ojos de la envidia se encargaron de vigitarlos y quinientas lenguas comentaban diario el asunto, Mi alemin. hombre muy prudente y de una castidad notable era el único que rehuia ese tema de conversación y con un pudor raro en un hombre, nos decía: Cada cual es responsable de sus acciones y nosotros no nos es dado juzgar las de los semis.
Contieso que esas palabras mc impresionaron notablemente y desde entonces un cala.

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