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3724 PAGINAS ILUSTRADAS Una cruz de marmol negro para su Tumba que cubre con sus alas el angel del Silencio bajo el arbol de la Gloria.
Eduardo Ortega fue también un espigador de ensueños en las campiñas rosadas de la fantasia y un aguerrido cruzado dei periodismo. Visto al través del prisma azul de sus delicadas poesias se ve su al ma cono un loto que vibrata las caricias de las etalociones mis sutiles. Por de ser.
timiento, flor de la nuas fina porcelana que saltaria en fragmentos al tocarla las 03das más tenues de la brisa que juegit en los jardines con las rosas y los lírios que saludan la aurora.
Cada poesia de Ortega es la condensación de un sentiniento psicológico y dulce. Amaba al gran porta cojo, aquel inglés glorioso que canto sobre las ruinas de la Grecia clásica ese vagabundo excelso. re.
belde y tacituro como un Lurbel destronado: aquel genio quien dice Montalvs que obtuvo mis triuntos con sus poemas que Wellington con sus victorias: Lord Byron.
Las palmas de Barranquilla operon los arrullos de su lira blanda como un sistro de paloma de las encantadas selvas die amaro.
Le guardo una deuda: Cuando un tal Eduardo Rosamara doctor por añadidu.
11 no sé si por envidia por conmiseración. lanzóne unos ladridos en uno de los diarios de aquel puerto colombiano. puso Ortega las columnas de su bien prestigia.
do Rigoletto las órdenes de tres escrito res de alta talla para que me defendierany salió a la palestra Moreno Alba, el poeta de Lic208, el gallardo cantor de los diaantes. armado del nazo de oro de su prosa de un solo golpe desconcerto ai que prestaba sus espaldas mi nombre. 110 fue el poeta vacente quien me reve.
ló esa acción que comprometió mis mi cariño por el delicioso cititor de El vide, fue otro compañero. Benjamin Turquel Manuel Cervera. 10 recuerdo cuál.
Traigo esto cuento no por vanidad.
sino para pintar la gentileza de aquel co.
razón de buen artista de su nobleza su hidalguia: el puso en mi jornada ramillo tes de alientos. En su Rigoletto recogió repetidas veces mis versos y me prodigo alabanzas que jamis habré de merecer a pesar de mis esfuerzos por salirnte de la vulgaridad. No ostentaba en su rostro la belleza de Lamartine, ai en su cuerpo lat apostura del poeta de Mitul. cl de las glogas pastoriles: pero no dice Castelar que en la faz de Mirabeau parece que el Etna hubiese arrojado todas sus escorias: No siempre la perfección fisica esti al unisono con la belleza intelectual. Yo obstante, se me ha asegurado que era delicado como una sensitiva y asi tenia que ser quien bordaba pasionarias liricas en los bastidores de esa forma nera que cultivan los poetas de los nuevos tiempos: conste que no hablo de las que disparatın con el fin de llevar el blasón de moderaislus.
Como la mayoría de los poetas. Ortega no queria saborear la cicuta de la desilu.
sión. Como otros le tienen horror al olvido, esc simun tremendo que va cubriendo con sus oleadas de arena la carava12 de los que passron la Menfis de la Muerte.
Asi el lirico de que trato, en las últimas estancias de su poema El Nido poema 2llado para un estache japonés revela esa esa zozobra, ese temor.
Antes de ver la juveritud marchita el corazón para el amor inerte.
ven. acude otra cita qiro verte en el jardin donde el amor palpita.
donde sólo el reclamo de la muerte puede ponerle fin a nuestra cita.

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