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PÁGINAS ILUSTRADAS 3735 que, por abandono, por inepcia por egoismo de las otras clases superiores, padecen y sucumben. Hay que auxiliar esas clases desamparadas, hay que ayudar las, hay que levantarlas, mejorando sus condiciones morales y materiales. Hay que hacerlo por deber, por espíritu de justicia; pero hay que hacerlo también por egoísmo y por instinto de conservación.
Esas clases son las más numerosas y pueden ser las más fuertes, el dia en que se convenzan de que no se las atiende. Ya hace tiempo que han abierto los ojos y piden, esperando hoy, lo que si no se les da, pueden exigir y tomarse mañana?
Comprende Si, señor, y estoy en un todo confor.
me con usted. Pues entonces yo le digo: con su cuantiosa fortuna, con sus nobles senti mientos y con su inquebrantable voluntad, establezca por su cuenta escuelas, asilos, talleres, hospitales, todo lo que tienda mejorar la condición del prolerariado y amparar al desvalido; ceda usted su fortuna para esos fines, despojese usted de ella, aunque se quede relativamente pobre y verá qué tranquilidad la suya, qué paz. la de su espiritu, qué satisfacción la de su alma. Pero Eleuterio, me parece que eso es una exageración. Bien que yo fomen.
te el trabajo, ayude en cuanto pueda a los pobres y este dispuesto a contribuir con todo empeño mejorar la suerte de los proletarios; pero hasta el punto que usted propone, perdóneme que. Don Judas, es simplemente una restitución. Cómo. Si, señor; esa fortuna amasada con el sudor y acaso con la sangre de los infelices, es natural, es forzoso que a los infelices vuelva. Caramba, caramba: Eleuterio, ten ga usted presente que yo no he amasado nada; que fué mi tlo quien. No se me escape usted por la tangente, don Judas; no desmienta con su protesta lo que me acaba de asegurar. Que. Su amor la Humanidad desgraciada. Pero oigame, don Eleuterio y dispenseme si en mi ignorancia no acierto a traducir o definir bien mi pensamiento. Diga usted, diga sin cuidado. Pues bien, usted mismo, de cuyo amor la Humanidad no es posible dudar, supongo que no dejará de percibir los muy justos honorarios que su profesión le proporcione. 11 No siga usted, Judas; no siga usted. No hay paridad, no hay semejanza alguna. Yo produzco; yo trabajo, represento una fuerza y esa fuerza, su vez, produce los elementos necesarios mi vida. Yo soy la laboriosa abeja que esparse la rica miel entre las seras; yo defiendo la desgracia contra la injusticia; yo agoto mi inteligencia y consumo mi materia gris en bien del prójimo y no hago más que vivir de mi propio esfuerzo. Usted no trabaja, ni produce miel ni nada. Usted se ve dueño de una fortuna sin el menor esfuerzo, ni el menor mérito por su parte para poseerla. Perdone usted, perdone usted, don Eleuterio. He pasado veinticuatro años de mi vida trabajando y creo hasta de jus.
ticia que en una forma u otra tenga la re compensa. Eso no es recompensa. Eso es el azar estúpido unido a la absurda, irracional, inhumana ley de las herencias. Por eso yo apelo sus generosos sentimientos, sus deberes de hombre honrado para que

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