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3800 PAGINAS ILUSTRADAS.
Un artista En la Escuela Nacional de Bellas Artes, se admira un grupo ejecutado en marmol de Carrara por el joven costarricense Bonilla, pensionado en Italia por la Municipalidad de Cartago. Oportunamente seri trasladada esta delicada escultura lugar mais frecuentado, no sin sentimiento de mis alunos, los cuales la estudian con verdadero cariñoso interes.
Este grupo no es una obra de arte completa, ni podria serlo, dado el corto tiempo que bajo la dirección de afamado maestro lleva de estudio su afortunado autor, pues nadie que sea versado en el conocimiento de las Bellas Artes ignora que en ellas sólo se logra el dominio de la técnica a luerza de improbas y repetidas experiencias.
No conozco personalmente al señor Bonilla, ni me propongo dedicarle inmerecidas alabanzas con motivo de esta primicia de su talento, por no avenirse ello con las tendencias de mi carácter y porque considero que nada puede ser mis perjudicial para un estudiante de porvenir que el aplauso inmoderado, de que se hace generalmente de rruche. Pero aprovecho la oportunidad que esta escultura nos ofrece, para recordar mis afirmaciones de que en Costa Rica se encuentran naturales disposiciones para el cultivo de los Bello, y estimulando así el talento, me complazco en felicitar a las autoridades que, con un oportuno y no gravoso esfuerzo, han contribuido al prestigio de su patria.
El grupo en referencia, cuya ejecución es tal vez demasiado detenida, aunque abundante en felicisimos pormenores, con los cuales contrastan inexperiencias y descuidos perdonables, representa si una joven madre, una desvalida obrera de aspecto popular atractivo, que enferma de la vista, a consecuencia seguramente del trabajo excesivo. del insomnio y de las lágrimas, se ha visto obligada a implorar la caridad en la via pública para sostener la vida de su tierno y precioso niño de pecho. Sentada en una grada, sostiene la madre con el brazo derecho al pequeñuelo, que rendido de echar por alto las piernecitas, se adormece en el amoroso regazo, y al sentirse caer se aferra con instintiva ansiedad del paño que encuentra misi mano. Las carnes de este niño, su camisita y el escaso cabello, están esculpidos con facilidad y gracia impropias de las facultades de un estudiante. El busto de la joven obrera, el brazo derecho, el seno casi desnudo, así como el paño que envuelve y recoge su cabellera abundante, resultan inmejorables. La expresión del rostro, ingenua y sencilla, adquiere peculiar interés causa de la pronunciada hinchazón de los párpados superiores, al mismo tiempo que la curvada espalda y la inclinación de la cabeza, sugieren la idea de que los ojos es quivan la sensación dolorosa que en ellos produce la luz, y de que la vergüenza tom!
parte también en aquel drama, tan frecuente por desgracia, de la miseria involuntaria.
El sentimiento generoso que palpitaba en Bonilla al modelar su obra, imprimió en ella un algo atractivo y conmovedor, difícil de explicar: ese algo que resplandece siempre en las obras de arte inspiradas en una orientación correcta y verdadera. Así es que, de aquella juventud abatida, de aquella resignada desventura, parece que emanan mezcladas la súplica, la mudat plegaria y el reproche involuntario, hacia el ingrato despiadado que tal vez derrocha el oro en crapulosa orgía, comprando con el impuros y Inentidos amores, mientras el fruto de sus osadias y sus vicios se encuentra casi des nudito y merced de las inclemencias de la vida, en los brazos inútiles de su victima.
TOMÁS POVEDANO Diciembre 15 de 1908.
Véase la caratula del presente número. del:
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