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3896 PAGINAS ILUSTRADAS orillas. La luz reflejada por una pila de placas de vidrio es casi enteramente polarizada, cuando el ángulo que los rayos forman con la placa es vecino de 34º. Nuestros ojos no hacen ninguna diferencia entre la luz ordinaria y la luz polarizada, pero una placa de turmalina, transparente la luz ordinaria, es opaca a la luz polarizada si el eje principal de la turmalina es paralelo al plan de polarización. Durante el experimento, el ojo recibe a la vez la luz deslumbradora reflejada por la placa y la luz comparativamente débil mandada por el papel impreso. La turmalina es opaca la luz que emana del primero de estos dos manantiales. Este mineral es, por lo contrario, transparente la luz difusa que viene del texto impreso. La turmalina obra, pues, manera de un filtro que deja pasar sólo aquellos rayos luminosos que permiten la lectura del texto.
Mas para privar la turmalina de su opacidad a la luz polarizada, basta colocar su eje principal perpendicularmente al plano de polarización, es decir, en ángulo recto con su posición primitiva. El cambio se hace sin dificultad por un movimiento de la mano puesta sobre el disco de corcho que encuadra la turmalina. Otro cuarto de revolución restituye al cristal la propiedad de separar la luz polarizada de la luz natural. El diagrama colocado a la derecha del grabado que acompaña este artículo explica el modo de montar la turmalina. P) es un soporte de cartón negro. C) un disco de corcho. T) una lámina de turmalina cortada paralelamente al eje principal. B) papel negro con una abertura circular.
Durante el experimento, la luz debe venir de una sola ventana. El descuido de esta precaución aumenta en la cantidad relativa de luz difusa mandada por el texto y algo se podría percibir debajo de la placa.
La pastora Al señor don Salvador Domínguez Tejedor, en España, en prueba de agradecimiento, Eres, Pastora, florecilla grata nacida entre la selva, y tu hermosura el corazón me embriaga de tristura, pues tu belleza al corazón maltrata.
En las mañanas te contemplo fingrata!
oculto entre la vedra y la espesura, y al contemplar tu celestial figura la pasión en mi pecho se desata.
Tras las ovejas, con andar ligero, cruzas el valle por feraz sendero, y entonces lanzo funeral gemido.
Yo te miro pasar como una abeja y exclamo con acento compungido: si Ay, cuánto diera por tornarme oveja!
En Costa Rica.
MIGUEL ANGEL CASAL

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