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4052 PÁGINAS ILUSTRADAS lugar a duda, los once distinguidos juga dores del Club La Juventud. Inácilmente andan por ahi pregonando con voz de fracaso algunos despechados, que el susodicho Club no gano legalmente. La Ju.
rentud nos merece respeto admiración, desde que la hemos visto batir todos los campeonatos de la República. Dicho se esta que sus triunfos pasados, presentes y futuros, nadie puede negárselos como no sea el despecho.
Todos los jóvenes vencedores en los juegos atléticos, fueron premiados con sendas medalias de oro y un copa de pla ta entregadas en la velada del Teatro Na cional, Al que nos dirigimos, investidos cronis tas, cuando nuestros relojes marcaron las ocho post meridiem.
El especticulo que presencianos la entrada no mis es de aquellos que dejan huella profunda en las departamentaciones del cerebro. Flora tuvo esa noche una enorme y exquisita prodigalidad de son risas que por boca de sus cálices rosagantes tintineaban la dulce canción del matiz del perfume. Canto madrigalesco el dulce canto de la Diosa al hacer estallar sus eclosiones rosadas o florecer el triunfo de sus claveles tintos, al amor de aquella soberbia claridad de las luces multiplicadas como lentejuelas luminosas, desde las primeras columnas del foumoir, hasta el proscenio, luego de haber dejado su caricia en los pasillos, de haber esparcido sus dones en el anfiteatro, siguiendo inagotable en su atan, hasta la escena, en la que fué anidar blandamente en graciosas canastillas que colgaban como de bilos invisibles.
Pero no sigamos adelante sin hablar, aunque en cuatro lineas. va que in exIruso nos lo veda hacerlo la poca extensión de este trabajo. de un hermoso de talle que impresionó nuestras retinas en el foumoir. Me refiero al grupo de Juan Ramón Bonilla esculpido en mármol de Carrara: Los héroes de la Miseria. Con templemos con la imaginación por breve tiempo a aquella madre, inclinada bajo el peso del sufrir aumentado por la angustia del sueño, curvando su espalda. una espalda de fidelidad pasmosa. como para que su niño sienta mejor el suave y tibio vaho maternal; y confesemos que ese gru po de la madre y el hijo implorando la caridad pública, constituve la mejor obra en mármol de nuestro coliseo. Así como debemos reconocer que aquel lugar no es el que le corresponde a los indigentes haraposos. Por cierto que cuando estábamos. un amigo y yo contemplando el grupo, la soberbia mano de un millonario, uno de cuyos dedos guarnecia la faceteada opu.
lencia de valiosísimo brillante, oso acari ciar cruel sarcasmo el vestido de la pobre madre, como queriendo señalar algún detalle defectuoso.
Al ocupar nuestros asientos, deslumbronos la enorme fastuosa concurrencia que llenaba la plate:t, los palcos principales y aun la galeria. En todos los semblantes adivinábase el ansia de lo que se espera con inquietud.
Al levantarse el telón, nuestra banda, ocupando el escenario con religiosa compostura y bajo la magistral batuta de don Juan Loots. llenó los imbitos con las almonias dulcísimas las vibraciones atronadoras de nuestro Himno. De pie todo el mundo el señor Presidente de la Re pública encontrabase en su palco se sa ludó en las notas del Himno, la gloria de la Patria. una vez que el telón volvió caer tras el merecido aplauso si nuestra banda, las miradas dirigieronse hacia la puerta por donde haban de desfilar la Reina de la Fiesta, el poeta Lisimaco Chavarria y la esplenderosa corte de las Damas de Honor.
Acontecimiento que no se hizo esperar. la aparición de Lisimaco Chavarría dando el brazo a la Reina, la hija encantadora del señor Presidente, Odilie Gonilez, los corazones sintieron llegar di slis intimidades insólita emoción. Frenesi de aplausos para el poeta. Guirnaldas de flores para la Reina. Nota excelsa que nos tuvo suspensos, embargados, no sé si por el jubilo, si por la envidia, si por que en ese instante nos deslumbró como una chis pa eléctrica, el extraño fulgor de la apo.
teosis. Puede llamarse de otro modo, el bajar oscuro ignorado de una cresteria de Ja montaña, en cuyo seno el hogar en que los pobres padres cobijaron nuestra intancia, eleva en espirales de dominio el hu

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