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4104 PAGINAS LLUSTRADAS De quince días esta parte Vamos al cementerio. Demasiado tarde es; va se habrá ido todo el mundo; no vanos a encontrar persona en aquel recinto.
Mejor que mejor. Supones acaso que te he invitado por mero afin de curiosidad o siquiera porque las gentes nos miren imitarlas en su estúpido empeño de no quedarse rezagadas en lo que la trivialidad de los mediocres considera como una moda y un pasatier:po? Vamos ahora, que asi con esa semiluz que los rayos crepusculares vierten sobre el mutismo de la tarde, es más dulce el camino a la necrópolis, la ciudad de los sepulcros. Sentimentalicemos un poco, si te parece. Nada se opone que nuestras fantasias emprendan su imaginario viaje a través del infinito. Des pués de todo, que condición influencia externa puede encerrar en límites rigurosos, aprisionar en sus jaulas la traviesa y loca fantasia? Démonos el dulce placer de esa voluptuosidad inofensiva, mientras nos llevan nuestros pasos hacia la hospi.
talaria mansión que no establece diferencias para recibir a sus inquilinos, por más que la vanidad de los hombres eleve monumentales piedras que blasonen el lecho en que duermen los seres que al bajar la tierra, fueron por ésta nivelados a la al tura de los otros que sólo tienen una musgosa cruz indicando el lugar en que reposan sus cenizas. La fosa común se ha llamado la tumba de muy antiguo. en verdad, que mejor nombre no podia corresponderle. Abra cada uno con el bisturi de la imaginación una grieta en esa tumba protegida por ostentoso mausoleo; vaya después a hacer lo propio en aquel montón de tierra bajo cuyo domo pudre un infeliz, y de ambas sepulturas se verá forzado huir de la pestilencia que ambos deshechos de la tragedia humana despiden. así pensando, y así filosofando, hétenos a las puertas del camposanto. Aún hay gentes en él. Entremos.
Solemne apariencia reviste la primera sección en que los cementerios de los ricos se levantan. Sobre mi compañero pesa como una vaga sombra de fastidio. Yo, muy al contrario: algo muy dulce, muy suave, siento que invade poco si poco mi espiri fu. Este lugar tiene para mí sugestiones magníficas.
Extraña sobremanera muchos que aún hoy se tribute a los muertos un ho.
menaje parecido al que los pueblos de la antigüedad griega dispensaron. El culto de los muertos. base de lo que modo de poética transformación de ese culto se llamó mitología. fué en Atenas en donde tuvo sus mais trascendentales consecuencias, fomentando y reforzando la unión de los grupos familiares que más tarde habrían de llevar su espíritu de armonia aislada como si dijéramos, una confraternidad colectiva que se llamó la Patria, en que las tribus pusieron cada una sus afectos después de haber depositado en ella sus intereses.
Los que morían en el grupo iban recibiendo sepultura en la propia morada, en el pedazo de tierra poseido y trabajado con religiosidad por sus dueños; y sobre aquella tumba y sobre las otras que ha brian de sucederla merced de la desmembración natural que la muerte establece en las familias, fué poco di poco levantándose lo que se llamó el culto de los antepasados. Generaciones tras generaciones iban sucediéndose y las que mo.
rian primero como las que venían después, todas llevaban en su corazón, como ingertada, la idea de aquel fervoroso culto. Así, pues, qué de extraño tiene que hoy exista una fecha dedicada a los muertos? Ya los siglos han poco a poco llevado muy lejos hasta perderla casi en sus nublados otoñales, aquella religión que el panteismo consagró. Hoy, por medida de higiene, el cementerio se levanta lejos de las poblaciones; y por necesidad del trabajo, y por que no es posible conciliar el ajetreo de la vida con nuestros sentimentalismos, só.
lo un día en el año nos es permitido cubrir de rosas el pedazo de tierra que ofrece abrigo si los huesos de nuestros antepasados.

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