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PÁGINAS ILUSTRADAS 4127 5 quise guarnecer con flores la santidad de mi cariño inmenso, pues que mi corazón había unidado elave migratoria de un afecto; ave que pretendió sólo un descanso en las tupidas frondas de mi pecho, y una vez que sus fuerzas recobrara, hacia otros climas remontó su vuelo. fuese la ilusión talvez creada porque bebiese el soplo de un momento, y aquel otoño que inundo mi vida para mis flores fué nevar de invierno. como no podian vivir heladas, las pobres rosas del jardín murieron.
Ahl que triste mirar cómo caían en lenta lluvia sobre el pardo suelo.
Desde entonces las eras están solas y aquel rincón florido de niis predios, los rayos del sol va no dibuja sino la agreste languidez de un vermo.
Yo sé que tú amas con pasión las flores. tú, la diosa gentil de mis ensueños, y he querido llevar a tus altares rosas de amor, claveles, pensamientos: y fui a buscar en un pensil lejano ese bonque de matizados pétalos en los que brilla aljofarado y nítido el llanto que la noche cuajó en ellos.
Hoy que vuelve nacer una esperanza en los silentes antros de mi pecho, hoy que llega el amor mis ventanas las polvosas cortinas descorriendo, mi guirnalda de líricos claveles, de rosas y esmaltados pensamientos.
que van a sonreir en tus alcobas con la sonrisa de sus labios trémulos, quiero que sea la venturosa ofrenda que reciba en un éxtasis supremo la amorosa palabra de tus labios y la caricia de tus ojos negros.
Bebe mi vida en las temblantes gotas que irisa con su luz el sol espléndido, las perlas que ofrendarte yo he soñado en el loco delirio de mis sueños.
Bebe amor en sus ánforas helénicas.
Yo voy ahora cultivar mis predios, para llevarte siempre en las mañanas, como el devoto sus sagrados rezos, las flores que sembré bajo el velario azul turquí del apacible cielo, nacidas al mimo y al arrullo sagrado de la fiebre de mis besos.
Guirnalda Para Ella Me dijiste esa noche: camo las flores.
y yo corrí buscarlas en mis predios, bajo la clara luna que vertia como una rosa su matiz soberbio.
Recorri la campiña solitaria; llegué al jardin; interrumpia el silencio de la noche el vibrante monocordio de los grillos, pausado, triste y lento.
Ni una flor en las eras encendia su nácar en la gloria de los pétalos: sólo el temblante brillo de la luna flordelizaba el campo de reflejos.
Volé tras un pasado venturoso en las sutiles alas del recuerdoen que me prodigara Primavera el bermellón glorioso de sus frescos, y tuve en mis jardines hoy tan mustios flores, aromas, sacrosanto incienso que emergía de las nitidas corolas como un vaho de invisibles pebeteras.
Amaba.
Oscar PADILLA

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