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PÁGINAS ILUSTRADAS 4139 La mujer en la Historia y en el Arte Disertación del profesor don Ramón Matías Quesada, en la fiesta dedicada al señor Presidente de la República por las alumnas del Quinto Año del Colegio Superior de Señoritas, el 11 de octubre de 1909 (Concluye)
II Hay pájaros, ha dicho un eminente escritor, que con la sencilla pobreza de su vestidura, valen mil veces más por sus trinos, que muchos otros que sólo descue Ilan por su galana y vistosa indumenta ria. Asi hay mujeres que han nacido como la alondra que madruga saludar el nuevo día. mujeres como el quetzal de nuestras selvas, que deslumbra por su gallarda apostura y su irisado plumaje.
Las grandes artistas son alondras de subido precio, porque el atractivo de lo extraordinario y de lo raro, ejerce un poder tiránico que determina a su antojo los gustos, entusiasmos y predilecciones de cada época y de cada lugar. La moda.
muchas veces se engaña con la quincalla dorada, y deja pasar el oro puro confundido con el cobre. Solamente los granos legítimos, que han pasado por el crisol de la severa critica, no empanan nunca su brillo y siguen en todo tiempo reclamando sus quilates Permitidme unos momentos mis vues: tra benévola atención para mostraros brevemente algunos de esos granos siureos, que son como estrellas brillantes sobre lo azul del Arte.
Ahí está Santa Cecilia, según la mistica y poética tradición, en los primeros siglos del cristianismo, acompañada de un ins trumento musico, cantando alabanzas Dios, cuando ya estaba el paganismo es.
pirante, y en sus albores la nueva fe.
Aquella joven romana es la encarnación ascética de la melodia: la Musa casta que no va del brazo de Apolo, sino de Cristo Transfigurado, que le devuelve tan ino cente amor, con el estruendoso batir de alas de querubes, con la embriaguez del oido y con el éxtasis del cielo.
Catalina Gabrieli es la personificación de la Música del siglo XVIII.
Solicitada de las cortes, con séquito de embajadores y magnates amartelados, que rivalizan por una mirada de ella, y todas partes la siguen, entra al fin en un drama pavoroso, cuando el Virrey de Napoles la encarcela despiadadamente por haberse negado cantar en un banquete.
Pero allí está la artista, que se desquita en la prisión, halagando el oido de los infe lices presidiarios con sus más inspiradas canciones, con quellos trinos que no habia podido comprar el oro del sátiro Vi.
rrey, y distribuyendo entre sus compañeros de cárcel, cuantiosas sumas de su propio peculio.
Por una situación semejante, pasó tam bién la célebre artista Ana Maria Pirker; envuelta en un desgraciado asunto de amor, que perturba la tranquilidad de un hogar noble, como si en su mano hubiese estado evitar que el Arte sincero y bueno encendiese ajenas y mundanas pasiones, que ella despreció, va parar a la celda de un presidio y pierde la razón al verse tant injustamente mancillada. Aquella cantatriz, que como una paloma inocente, había sido arrojada por un huracán, muy lejos de su celda, si pesar de sus gemidos.
pudo al fin recobrar su libertad, y con ella sus poderes mentales. Después del pa sajero eclipse va por todas partes, recibiendo honores en Viena, aplausos en Londres, y parabienes en Turín y en otros grandes centros.
Una reformadora de los trajes del teatro de la Opera francesa, Antonia Cecilia de Saint Hubert, conocida en el mundo artistico con el suave renombre de la Clavel.
llega fascinar con su voz en la interpre tación de las obras de Gluck y de Piccini, hasta el extremo de que en Marsella se la recibe con fiestas casi reales. Pero como

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