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PÁGINAS ILUSTRADAS 4187 bue.
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pro senda por sobre la cual se deslizó la humilde sandalia del ilustre Prelado Católico, no se puede por menos de admirar el brillo constelado de sus obras resaltando entre las vulgares conquistas de las pseudo ciencias que de sociales se apellidan, pesar de sus frutos en la mayoría de las ocasiones disociadores como estrellas de prodigiosa magnitud. Vida de continuos desvelos y de luchas, que nunca logró obtener para su descanso, los mullidos cojines de ese dolce far niente en que tantos hombres consiguen gloria y prestigio por el sólo hecho de haberse puesto de su lado el clarin de la Fama, las más de las veces inconsciente y estúpido.
Decir de los festejos dispensados nuestro huésped: Casi resulta Ocioso des.
pués de los comentarios emitidos por la Prensa, con lujo de detalles acerca de las diferentes ceremonias que llenaron de solemnidad el glorioso día ocho de diciem bre. Sin embargo, nos está encomendado decir algo acerca de tales festejos, y lo haremos. Para que a Monseñor Cagleiro le resultase miel sobre hojuelas el dia de su jubileo episcopal, concurrieron muchas circunstancias hacer que todo mundo estuviese apto para asistir a los varios lugares en donde se verificaron los diverse actos, desde la llegada de la comitiva 21 Episcopal, hasta la retreta con que nuestro sobierno obsequio al ilustre Prelado. esas circunstancias fueron: coincidir la fecha del jubileo con la fecha en que la Iglesia Católica celebra la Con cepción de Maria; y por último, haberse feriado ese día por el Congreso, para los empleados públicos.
Circunstancias todas que contribuyeron de modo exquisito hacer más imponente el dia que me refiero. Nuestra Catedral estaba de bote en bote. No había en don de echar un alfiler. Con el objeto de admirar el conjunto, fuime al coro. Desde alli apareció mis ojos la concurrencia to.
da, afectando una heterogénca masa movible que se balanceaba con el ritmo de una ola de cambiantes multicolores en fuerza de ser multiforme la concurrencia; parches negros derecha e izquierda: las cabezas de los hombres; un matiz rosado, uno celeste, otro amarillo, tornasolado aquél, verde esmeralda el otro: paño.
lones, rebozos, y, rompiendo en ocasiones el entrevero, las flores caprichosas de uno de esos enormes y lindos parasoles que, guisa de sombreros, ponen en sus adorables cabezas nuestras féminas del mundo galante, nuestras lindas mujeres prosternadas alli, ante la sacra magestad de la Virgen María, destacándose entre los tapices de su lujoso altar.
Cuando la orquesta preludió el grandioso Himno Universal del Papa, una con moción profunda circulo por mis nervios.
Una corriente eléctrica que fuese poco poco invadiendo las fibras de mi espíritu, llegó tener tal tensión en el ánimo, que no supe contener un hondo suspiro, ni muchos otros que se me escaparon después del pecho. La orquesta fue de lo más completo, quizá lo más completo que ha ya tocado en nuestra Catedral. el coro?
Adorable. La combinación de las con traltos sopranos fué tan bien hecha, tan escogidos el número y la calidad de las señoritas cantantes, que forzosamente hubimos de tributarle mil elogios al señor Canónigo don Rosendo de Valenciano por el buen acierto y el tenaz empeño que puso en organizar la parte de música. Lo propio de los hombres: lo mismo de las primeras partes. La Misa Pontifical se extendió desde las nueve de la mañana hasta las doce del dia.
Una vez concluida la pomposat ceremo nia, Monseñor Cagliero fue obsequiado con un banquete en el Palacio Episcopal, que ostentaba, lo mismo que la Iglesia, ante.
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