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PÁGINAS ILUSTRADAS ua uma, dijo el caminante cargado de fatiga. Mi buena compañera que cantas en la gruta, tú esmaltas con aljófar el oro de la espiga, tú fuiste en mis pesares mi placentera amiga, tú fuiste un regocijo vibrando por mi ruta.
Como cristal precioso para el camello nubio, resurges en los oasis, allá entre las cisternas; te rizas bajo Sirio como penacho rubio, tus ánforas se abrieron a la hora del diluvio y pulsas en los mares tus cítaras eternas. Cansado peregrino de faz rugosa y grave, pondré de mis frescuras entre tu copa amarga; en cada nota fuerte y en cada nota suave, imito la tormenta la canción del ave; escúchame y extingo la pena que te embarga: Conmigo se nutrieron los viejos trogloditas y vi la marcha luenga de cien generaciones, en una roca estérii brindé los israelitas mi líquido diamante y vi las infinitas carreras luminosas de mil constelaciones.
Yo vi con las pupilas azules de mis lagos dos pueblos consumidos por torpes liviandades; las grandes hecatombes de Romas y Cartagos; yo sé de las grandezas caídas en estragos, y oyó la voz de Cristo mi limpio Tiberiades.
No llores, peregrino; la ruta de la vida, si así lo quiere el hombre, es larga y dolorosa, en cada desengaño recibe ingente herida y en tanto que Natura al goce lo convida, le ofrece diez espinas debajo de una rosa, Pero esa madre huraña te brinda su regazo, te cura de las hambores, minora tus reveses; con ella estás unido por un eterno lazu, si sufres de consuela con amoroso abrazo y pone ante tu vista la ofrenda de sus mieses.
to, a, sura is.
oche rora.

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