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JUEGOS FLORALES PAGIXAS ILUSTRAD Antes que Venus en las sombras abra su pupila de luz, sobre las lomas, habla, háblame.
Hablo la niomia y dijo. Atiende mi palabra Habrás de oírme muchas. Cual palomas que fueran arrullando, en regocijo brotarán de mis labios, donde el silencio sus enigmas labra, graves y añosos, y por esto sabios: De todo el campo que tu vista abarca y que doran del Sol los igneos rayos, de toda esa llanura fuí monarca, soberano de iniles de vasallos que supieron rendirme su obediencia, el oro de sus minas. sus caudales, las cobrizas mujeres virginales: y fué ruta de pompas mi existencia.
Yo vi una alegre fiesta de atabales echando sobre el céfiro epinicios ante el trono soberbio de Ahuitzol; presidí los sangrientos sacrificios en los templos alzados para el Sol.
Las plumas de las garzas y del quioru, la nota de las quenas, el dulce modular del yaravi que finge acentos de profundas penas, me dieron mis vasallos, el tesoro mejor de Tisingal y Quiribri.
Alli, sobre la vega de mis ríos, donde el agua despliega sus arrugas por esmaltar la planta de los prados, alzábanse palmeras y bohios y surgieron caimanes y tortugas mientras iban en grupos los venados, como extraños fantasmas, en las sombras; allí se alzó mi reino y poderío, allí junto al plantio de fértiles yucales que fueron mi regalo y mis alfom Los cedros y cocales y la agreste frescura de la tagua, formaron mi dosel. El indio naha llegó rendir su culto al monolit que guardaba mis dioses de grani y el idolo simbólico del agua.
Si no tuve la púrpura de Tiro, ni corona de perlas y amatistas que al mismo Salomón envidia die en la selvosa paz de mi retiro tuve sabios, indígenas artistas para esculpir mi trono y mi litera.
Yo tuve mil flecheros no vencidos jamás en cien campañ ¡Magníficos arqueros!
Sus flechas nunca erraban y con el hubieran traspasado las entrañas de la nube y hendido las estrellas, Mi Dios fué el astro de fulgores que dora mieses y almibara piñas y el oro cuaja en las ardientes zona la cumbre, de su altar fueron los él tuvo por brocados las campiñas, un Niagara cantor y un Amazonas.
Yo fuí aquel Suerre de mirada fi y músculos de roble, siempre bizarro en la salvaje pista del llano hasta la sierra; yo ví la rebelión de Talamanca y erguirse Quepo como un héroe, ante el bravo español de la Conquis

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