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PÁGINAS ILUSTRADAS 59 allí se alzó mi reino y poderío, allí junto al plantio de fértiles yucales que fueron mi regalo y mis alfombras.
Los cedros y cocales y la agreste frescura de la tagua, formaron mi dosel. El indio nakua llegó a rendir su culto al monolito que guardaba inis dioses de granito y el idolo simbólico del agua.
Si no tuve la púrpura de Tiro, ni corona de perlas y amatistas que al mismo Salomón envidia diera, en la selvosa paz de mi retiro tuve sabios, indígenas artistas para esculpir mi trono y mi litera.
Yo tuve mil flecheros no vencidos jamás en cien campañas.
Magníficos arqueros!
Sus flechas nunca erraban y con ellas hubieran traspasado las entrañas de la nube y hendido las estrellas.
Mi Dios fué el astro de fulgores grandes que dora mieses y almibara piñas y el oro cuaja en las ardientes zçnas; la cumbre, de su altar fueron los Andes: él tuvo por brocados las campiñas, un Niagara cantor y un Amazonas.
Yo fuí aquel Suerre de mirada franca y músculos de roble, siempre bizarro en la salvaje pista del llano hasta la sierra; yo vi la rebelión de Talamanca y erguirse Quepo como un héroe, noble, ante el bravo español de la Conquista.

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