Guardar

P. LGINAS ILUSTRADAS 65 Son hijos de las selvas, solitarios, compañeros tranquilos de la nube, amigos de la lluvia y de las rachas.
Ellos tumban madroños centenarios y la canción de su trabajo sube, con el himno sonoro de sus hachas con el himno vibrante que se pierde, la manera de gallardo grito, en el confin de la montaña verde y en el eterno azul del infinito.
Nosotros, dicen ellos, no anhelamos el enfermo placer de los pudientes, ui sus viandas mejores, ni sus vinos, trabajo y honradez son nuestros anos; bebemos del frescor de las vertientes que brotan con acentos cristalinos: comemos el azúcar de la fruta que sazona en el bosque de la sierra; si viene la escasez no nos inmuta mientras dé plantas nuestra madre tierra.
Por el curvo camino siempre vamos sintiendo los más íntimos sosiegos; el aura besa nuestros labios rojos, nos dan aroma los silvestres ramos y vemos, al pasar, los labriegos preparando, de nuevo, sus rastrojos.
Hermano. dijo el joven. iqué amorosa es la tierra! Ella oculta en sus entrañas los tucuicos, los güísaros y el nante, los toritos pintados y la rosa, los sonoros trigales y las anas que pone, con amor, nuestro alcance.
Tenemos sed? Allí los manantiales que bajan de las cimas los llanos y de estos a las quiebras de la hondura, nos ofrecen con risas sus cristales, nos ofrecen su líquida frescura.

    Notas

    Este documento no posee notas.