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PICTAS ILUSTR. JUEGOS FLOXA. ES mas por reuni si no quieres que me muera de deses apretado y bullicioso el gentío, ansioperacion.
so de respirar el aire vivificante de la Este grito de sincero dolor le ba. primavera. aturdido, embriagado, Irenaba la conciencia. Cómo había prisionero en las sedosas redes de la podido envilecerse tanto? Cómo ha rtesana, Federico fué dejando en bía podido olvidar tan completamen. los tortuosos senderos del vicio elete los seres queridos que al otro lado gante los últimos jirones de su virtud.
del Atlántico suspiraban por él to Ya no pensaba en regresar a su patria: das horas?
escribía muy de tarde en tarde cartas An si Ernesto y sus amigos le vie. frías y lacónicas. Cosa extraña! Los ran por las tardes en el bosque de párrafos le salían demasiado cortos y Boulogne, reclinado en una carretela su pluma se resistía las ternezas: no con la hermosa Marta, por las noches encontraba qué decir, y las frases caen el fondo de un palco, siempre riñosas sonaban en sus oídos como los con ella, como una pareja de recién versos huecos de un drama romántico, casados! acaso en aquellos mismos recitados por un actor desmanado.
instantes, allá en Costa Rica, una ¡Qué diferentes las cartas de Adela!
mujer pálida y llorosa se postraba an Largos pliegos nutridos de amor, de te la imagen de la Virgen para orar fervientes votos, de dulces recuerdos, por él, se inclinaba ansiosa sobre de apasionadas súplicas. Luisito se ana camita blanca, en donde se con guía muy delicado de salud y los mésumía un chiquitin angelical devorado dicos consideraban mortal una recaípor la fiebre!
da Ernesto se había mostrado tan Federico se reprochó su infame servicial y solícito durante la enfermeconducta y maldijo la hora en que se dad del niño, que jamás pudi ía agra.
dejó aprisionar en las sedosas redes decérselo bastante. Una sospecha de una mercenaria del amor. Su pre cruzó por la mente de Federico. No sencia no era ya necesaria en París, Sería aquella enfermedad una piadosa pues el litigio iba pronto a terminar invención de su mujer para obligarle favorablemente. Por qué no partir? regresar más pronto?. Si, estaba resuelto: tomaría el Esta duda contribuyó no poco primer vapor. Pero a la mañana prolongar su estada en París.
siguiente, cuando quebrantado por el Repentinamente las cartas de Adela imsomnio se levantó decidido prefueron menos frecuentes y más cortas: parar el viaje, un perfumado billete de Marta desbarató sus propósitos con la última, la más breve, glacial incisiva como una espada, contenía la misma facilidar con que el sol de frases enigmáticas que sumieron al la mañana derrite la escarcha de los esposo infiel en un mar de confusioprados.
nes. Una de Ernesto, recibida por el mismo correo, dió la clave del enig.
ma Adela lo sabía todo!
Pasó el invierno, y el lozano Abril De vuelta de una jira por el Viejo cubrió de yemas las escuetas ramas Mun lo, unos caballeros josefinos rey de pajarillos el bosque. La luz en firieron que habían visto repetidas vetumecida comenzó a desperezarse en ces Federico acompañado de una los cielos, llenando de sonrisas los linda parisiense quien hacía pasar campos y los corazones. Por las ar por su esposa, y que indignados por teras de la gran ciudad discurría más tal escándalo se habían abstenido de visitarle. Sin duda una amiga indis creta y oficiosa se había apresurado a vuelt llevar la noticia Adela, con esa ma Els lévola presteza que pone la humanidad en sus acciones siempre que se tants trata de amargar la felicidad del pro Se jimo.
quid La carta de Eresto. Cuántas y era veces la leyó aquella noche el desgra Rica ciado Federico, repitiendo con lágri. pios mas en los ojos las severas reconvenniones que le azotaban el rostro! mese ¿Permanecería sordo al vigoroso lla Tr mamiento de la amistad?
Tan degrata; dado estaba que no podía quebrantar vez a las vergonzosas cadenas cun que le había uncido su carro una merce impo naria del amor?
sa, y Otra vez, tras largas horas de im. safia somnio y de lucha, le sorprendió la cieda aurora, armado de la firme resolución ¿No de marcharse; y otra vez las lágrimas prop y los besos de Marta le retuvieron con París su invencible hechizo. Su pasión se avivó desde entonces, cual si ator El mentado por la conciencia quisiese zarpe ahogar en el placer sus recuerdos y en lleval las copas de champaña sus remordi emig mientos.
tanta Una mañana al volver a su cuarto vista después de una orgia, le entregaron a quel en el hotel un telegrama de Costa Ri. en el ca. Estaba firmado por Emesto y contenía sólo dos palabras: tes ir Luisito murid su vi Pasaron las frescas auras de la primavera y caldeó el suelo el sol abra.
sador del estío. Los parisienses comenzaron su peregrinación anual las estaciones balnearias y los rincones de provincia, en busca de una atmósfera menos sofocante; pero Federico. cada vez más enamorado de aquella mujer que había tenido la delicadeza de vestir de luto por Luisito, no pudo ir con ella Biarritz.
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