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PAGINAS ILUSTRADAS 75 jimo.
el gentío, ansio vivificante de la eio, embriagado, osas redes de la fué dejanrio en del vicio ele.
nes de su virtud.
resar su patria: een tarde cartas extraña! Los nasiado cortos y las ternezas: no y las frases cas oídos como los rama romántico, tor desmanado.
artas de Adela!
los de amor, de ulces recuerdos.
cas. Luisito se.
salud y los mémortal una recaí3 mostrado tan ante la etifermenás podiía agraUna sospecha Federico. No Had una piadosa er para obligarle. uyó no poco a París. cartas de Adela tes y más cortas. e, glacial in pada, contenía ue sumieron al har de confusiorecibida por el clave del enig.
do!
Tra por el Viejo ros josefinos resto repetidas vepañado de una Sien hacía pasar indignados por an abstenido de visitarle. Sin duda una amiga indis Desde el fatal telegrama no había creta y oficiosa se había apresurado vuelto recibir noticias de su patria.
llevar la noticia Adela, con esa ma El silencio de Adela era explicable; lévola presteza que pone la humani mas ¿por qué había pasado Ernesto dad en sus acciones siempre que se tanto tiempo sin escribirle?
trata de amargar la felicidad del pró Se acercaba ya la época de la liquidación de la casa Jiménez Cía. La carta de Ernesto. Cuántas y era indispensable partir para Costa veces la leyó aquella noche el desgra Rica: así lo exigían además sus prociado Federico, repitiendo con lágri. pios negocios, un tanto embrollados mas en los ojos las severas reconven por los fuertes gastos de los últimos niones que le azotaban el rostro! meses. Permaneceria sordo al vigoroso lla Trabajo le costó convencer Mar.
mamiento de la amistad? Tan degra ta; el viaje era inevitable, pero una dado estaba que no podía quebrantar vez arreglados sus asuntos volvería las vergonzosas cadenas cun que le reunirse con ella. Llevarla? no, era había uncido su carro una merce imposible: la travesía es larga y penonaria del amor?
sa, y además él no se atrevería deOtra vez, tras largas horas de im safiar las preocupaciones de una sosomnio y de lucha, le rprendió la ciedad mojigata. Olvidarla. nunca.
aurora, armado de la firme resolución ¿No había desatendido por ella sus de marcharse; y ctra vez las lágrimas propios intereses y permanecido en y los besos de Marta le retuvieron con París más de lo conveniente?
su invencible hechizo. Su pasión se avivó desde entonces, cual si ator. El transatlántico Normandie, que mentado por la conciencia quisiese zarpó de Burdeos el de setiembre, ahogar en el placer sus recuerdos y en llevaba a su bordo gran cantidad de las copas de champaña sus remordiemigrantes, pero ninguno de ellos dió miertos tantas señales de tristeza al perder de Una mañana al volver a su cuarto vista las costas de Francia, como después de una orgía, le entregaron aquel joven costarricense que dejaba en el hotel un telegrama de Costa Ri. en el torbellino de París los jirones de ca. Estaba firmado por Ernesto y su virtud y las ruinas de un hogar ancontenía sólo dos palabras: tes inmaculado y venturoso. Luisita murio.
Pasaron las frescas auras de la primavera y caldeó el suelo el sol abrasador del estío. Los parisienses comenzaron su peregrinación anual las estaciones balnearias y los rincones de provincia, en busca de una atmósfera menos sofocante; pero Federico. cada vez más enamorado de aquella mujer que había tenido la delicadeza de vestir de luto por Luisito, no pudo ir con ella Biarritz.
El vapor avanzaba rápidamente, cortando sin cabecear las rizadas nodas y las blancas rayas con que las corrientes interrumpen trechos la tersa llanura. Dentro del circulo per fecto del horizonte no se divisaba ni una vela ni la sombra de una costa.
El océano presentaba ese color gris mate que le comunica el cielo encapotado.
Diseminados por la cubierta, los pasajeros dormitaban en sus sillas de

    France
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