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PÁGINAS ILUSTRADAS 77 erle arrastrarse 1 borrar con su as? Se atrevería ada de desprecio ar con su presenmanchó con su toda claridad el on sus techos griainutas banderas ntes las delgasecto: el sol de la a cabellera de huanclados y hacía abanicos de las de la Uvita.
Le la patria que corazón dolorido aspiraba embelecon la vista la que hace desbor.
emoción y de los bía acometido al bía podido vivir erla todas horas samiento. Qué le había hecho caricias de una eso de una esposa derico no encontró en el puerto nin proyectos de venganza. Matar a la guna cara conocida. Mejor.
adúltera y al amigo desleal. El tren llegó de noche San José por qué. No había sido él el autor bajo una lluvia torrencial. La esta de su propia deshonra al dar vcasión ción estaba desierta: una berlina con Adela de comparar la bajeza de su dujo a Federicoal Hotel Imperial, en marido con la nobleza del otro. donde se hospedó con un nombre su Al amanecer su resolución era irrepuesto.
Habría recibido Ernesto su vocable: volvería París y fijaría allá telegrama? Estaba impaciente por definicivamente su residencia. Ese verle para pedirle noticias de Adela. mismo día podría reembarcarse, pues Dieron las ocho, y no pudiendo do. el Vormandie estaba aún en el puerto.
minar su ansiedad, resolvió interrogar mañosamente al camarero que le llegó París una melancólica sirvió la cena.
tarde de Noviembre; y obedeciendo Qué le contó aquel hombre? Conversó realmente con alguien aquella al inexorable destino que le arrancó horrible noche? No era todo una esde su patria para lanzarle en el torbellino de la ciudad perversa, fué pantosa pesadilla?
buscar en los brazos de Marta el olBajó las escaleras como un loco y vido de sus dolores.
se lanzó la calle azotado por el En el lujoso entresuelo que en la viento y por la lluvia: corrió a su casa calle de Lamartine ocupaba la aveny la encontró cerrada, oscura y triste turera, le contaron que ésta habia par como una tumba: volo la de Ernesto, y un criado confirmó la fatal notitido para Londres en conipañía de un opulento norteamericano.
cia.
Regresó ai hotel tan anonadado que La misma semana que vió alejarse ni siquiera se le ocurrió quitarse la Federico reservaba a los maldicieuvida para librarse del dolor y la ver tes de San José un terrible desengaño.
güenza. Oh! los miserables.
Ernesto regresó de Nueva York, Hacía apenas algunas semanas que donde había ido con dos comercian.
ella había partido para Nueva Or tes de Cartago arreglar las bases de leans, bajo el pretexto según los de una importante negociación.
cires callejeros de reunirse con el No había estado, pues, en Nueva único pariente que le quedaba en el Orleans, en donde residía Adela en el mundo, una tía anciana casada con seno de una familia respetabilísima; no un comerciante norteamericano; él, había pasado siquiera por allí, y de para salvar las apariencias, se había ello daban fe sus dos compañeros de marchado unos días después.
viaje. La murmuración, despechada, Todo San José comentaba el escáu no tuvo más remedio que rendirse dalo, no sin disculpar hasta cierto la evidencia.
punto la esposa, que herida en su No: La abandonada esposa, tan dignidad, despechada, abandonada casta como bella, no había profanado cruelmente, había puesto los ojos en el el santuario en que guardaba las reliúnico hombre que solícito, delicado quias de su amor, cubiertas con el y cariñoso la habia colgado de aten. negro velo de sus dolores.
ciones y consuelos.
Nu El leal amigo, inocente de Recorriendo su cuarto coino un ti la villanía que con harta ligereza le gre enjaulado, rumiaba Federico mil había imputado la sociedad, abrigaba. sí, y al recobrar despreciaba sí reparar el daño piación y de terarse en un hotel: a de preparar la or qué no habrían nte los días felices las nueve.
Un listo para conduca la capital: apepensable para saequipaje y prerena Ernesto. Fe

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