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78 Juegos FLORALES sauar.
en su pecho sólo un propósito: ei de que ora se inclinaba ansiosa sobre el no descansar un punto hasta devolver rostro del paciente, ora rondaba en aquellos dos seres queridos la fe torno del lecho del velador cargado licidad perdida, de medicinas, siempre incansable y Escribió su amigo por todos los solícita, siempre callada y triste.
correos; y sus cartas, en las que res luchando con el cansancio que le ceplandecían la sinceridad, la nobleza rraba los párpados el fiel amigo peny el cariño, obraron al fin el milagro saba con fruición en la obra ya medio de volver al redi la oveja descarriada. realizada, en aquella enfermedad ya dominada por la ciencia, y también jag! en aquella otra enfermedad, la Federico está gravemente enfermo herida del alma, mucho más difícil de en San José. En su delirio llama sin cesar Adela, la pide perdón, la rue.
De pronto, cuando vencido por el ga que no le deje morir abandonado sueño entorno los párpados, se figuró Qué se hicieron los propósitos de oir rumor de sollizos en la calada la ofendida esposa al recibir en Nueestancia; le pareció entrever la va Orleans la noticia de la inminencia escasa luz de la lamparilla los labios del peligro? Se había jurado no volver de la enfermera y los del enferino uniá Costa Rica; pero él, su Federico, su dos en un beso largo, muy largo, huúnico amor, estaba moribundo. medecido por las lágrimas Oh. Ela lo olvidaba todo, lo per creyó sentir por sobre su cabeza el donaba todo, todo Dios mío! con tal aleteo de una armonía dulcísima, que de llegar tiempo.
poblaba de proinesas el ambiente, mientras iba difundiéndose por el cielo la claridad precursora de un nuevo En una de las largas noches pasa.
día.
das a la cabecera del enfermo, Ernesto, adormilado en un sillón percibía KALIDASA vagamente el ir y venir rápido y silencioso de una esbelta figura de mujer, Heredia, de setiembre de 1909.
La propi cando llos, es piedre de la monto co par llos pa nosas, acarre goche las mes cos; és chiste tura pa La casita es un enjambre. Enjabelgadas con cal las chatas paredes del amplio corredor y adornadas con vivos azules las anchas ventanas que dan luz a la espaciosa sala. En una de las esquinas de aquel, un mocetón robusto, cubierto de sudor y polvo, no da punto de reposo al manubrio del Campeón que avienta y clasifica el ca.
fé, con sonidos de cascada que fingen os granos al revolverse entre el cilin dro espiral de la criba de alambre, y con mugidos de huracán, que imitan as paletas que lanzan al aire, como columnas de humo amarillento, la cas.
arilla que los rayos del sol despren lieron del aromoso grano y que, arre.
olinada por el viento del aparato, va ormando en el costado de la casa, un nontículo dorado. lo largo de las paredes del correfor están las escogedoras a partando on primor los granos negros y que rados sobre las lisas tablas de las nesas y dejando caer por las tolvas is granos limpios y parejos que van enando, puñado puñado, sendos saos panzudos. No paran las manos, ra persiguiendo el negro, ora entresaproyect nota re última de la vi la vieja cuento trabajos un gran bosame do; un tre car flácidas que les pecosa, da; y al

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