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DAS ISTRADAS CS1ucados contornos.
Scior, le llevo el equipajci serior, ccesitie besti; señor, necesita botel?. cdio interminable de ojos palúdicos, brazos anquilóricos, de semblantes inémicos que so capa de haceros un ervicio, os están implorando la caridad URUS cuantos céntimos para acallar tambre.
Señor, las bestias de Bru: son las Tejores Como la bestia es lo de más aprenio, la nos vamos precedidos por un as.
weroso granuja, especie de náquina imbulneral, sobre cuya exigua armazón e balancea nuestro equipaje, obligánconos introducir la mano en el bolsi.
para encontrar la peset correspon.
Bente al servicio. Aqui tiene usted al senor Barth.
ombre de contextura sajonal y de 4ona razs, en el cite parecen no haber ofluido las mezclas de degeneración de Destro latinismo, Bart! nos recibe con sra satisfecha, y con voracidad no sitisfecha de nuestros dineros, los cuales a está seguro de sacarnos, quieras que 10, como está cierto el gato de que se oneri al raron una vez en sus garras pobre animalucho.
Por supuesto, que Barth 110 110s come, li nos trata muy mal. Eles hombre de negocios, pero tiene muy fresco aquel recepto de nuestra religión, que man. No hagas otro lo que 110 quieras He hagan contigo.
Nos conduce a un enorme corral, en londe la recha se refocila, y obligado sor nuestras preguntas cornienza ti arnos el panegirico de los buenos cuaIruçedos no sin reseñar lonradamente ic que pata cojeaban algunos, cuando cojea 211, de que pata eran largos, Tecto de precavernos de sus coues. En in, aun cuando mi compañero es de los ne nosotros llamamos disgustado, luso de resolverse por un rocinante. Yo, por un asso. La pareja, ya se ve, re.
sultaria simbólica. Asi andamos los bombres las más de las veces en la vida: cuando no de Quijotes cabalgando elenFaquecido jamelgo de nuestros enstlenos, si de prostrieos Panzas, hincando despiadadamente las espuelas en las infelices Carlos del rucio.
Hétenos, pues, caballeros ambos, de las tristes figuras, en cainino hacia Es.
parta, nuestra insula. Ay. cuánto os castara aquella aventura; que no otra cosa puede llamarse hoy por hoy!
Lo natural scria, pienso yo, que esc viajecito de tres horas y media se hicicse agradable, inediante la variedad de paisajes, unos más pintorescos, otros menos monótonos, y entre plática y plálica, saborear placenteros un pitillo; y detenerse de cuando en vez ante la hu muilde cabaña de unos labradores, in. dagar: ith! buenas gentes. tendréis la amabilidad de servirnos una taza de café los suscritos?
Pero, ique si quieres! la hora de llamarse uno gilete, 110 hay semblante que no esté demacrado, ni músculo del cuerpo que no duela, ni nalga (con perdón sea dicho) que no nos liaga ver las estrellas, por 110 hablar de las constelaciones lormadas en las infelices sentaderas.
Entonces es cuando los pechos sienten hervirles en sus valvulas, la iracundia sagrada; entonces es cuando se hace venir cuento, aunque sea traido por los cabellos, que de algún niodo ha de ser, el nombre de Knowlton.
iKnowlton, enpresario ruin; Knowton, que le estás enriqueciendo costa de nuestros padeceres! cual si muestras exclamaciones fueser una letania que llegara hasta las cabalgaduras, parécele uno quc cllas contestan con religiosa prontitud: Maldigate el cielo. Maldigale el cieio!
Cuando se considera desde el interior de la República, de la capital quiero de cir, el trabajo del empresario en cuestión, y su lentitud, y sus prórrogas de términos pedidas hasta hoy, exacerbado todo ello por el deseo ardentisimo de Yer concluida la via, no halla uno en que formal apostrofar al Knowlton del cuen.
Pero al llegar a aquellos sitios, al leer por todas partes los grandes rótulos fechos publicar por el señor empresale rio en demanda de braceros, a los cua10

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