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PAGINAS ILUSTRADAS alertal, murmurado por una voz que el sueño hace tartamudear, es el único que viene romper el silencio que, a manera de pesada niebla, envuelve el puerto.
Ya las botas de la serenata se han estinguido y poco vemos salir por una bo.
cu ealle que da a la playa una escolia que así, recatada en la sombra y marchan.
do sin hacer ruido alguno sobre la arena de la costa, da impresión extraña.
Una voz bronca nos grita desde la casiIlla del muelle, previniéndonos que no debemos seguir adelante, causa de lo avanzado de la hora, y el ancla cae pestdamente, levantando a torbellino de espuma.
rolundos CANO te se satura de la romantica poesia que esparce en las noches primaverales, difundida en sus rayos color de peria, csa pobre virgen que cruza silenciosa el ciclo, como en demanda de un amante, eternmente perseguido, jamais encontrado.
De pronto, al librar un brusco Tecodo de la isla que bordcamos, aparece ante 110sotros, hacir la izquierda, la cordillera de Dipilto, iluminada por inmensa ser piente de fuego que aprisiona entre sus brillantes anillos las cumbres de las montanas.
Son las quemas que, por los meses de enero febrero, hacen los agricultores con objeto de limpiar sus terrenos, deján.
dolos preparados para nuevas siembras, y que en el soberbio panorama de la noche semejan espléndidos fuegos pirotécnicos dispuestos por un genio poderoso en lo.
nor de los dioses.
El recodo de la bahia que avanza hasta acariciar las faldas de la cordillera parece un mar de fuego, y en el cielo también se refleja la llamaradi preduciendo derroche espléndido de encendidos matices.
Del puerto, cuvas casas apiñadas se divisan. lo lejos, nos trae la brisa el eco Surve de una serenata, cuyas 10tas se contunden en una sola armonis. con el cansado murmullo de las olas.
Ahom avanzamos fuerza de remos, por entre una nube de canoas y lanchones que se mecen con acompasado movimiento impulso de los vaivenes de las aguas de la bahia.
Nos vamos aproximando al muelle, cu ta casilla colorada se destaca ya poca distancia de nosotros. Dos marinos, de jando los remos, preparan el ancla, mientras el patrón da órdenes con su voz de Hautin destemplado, sin dejar un punto la rueda del timón, que, con movimientos rápidos, hace girar de un lado para otro.
En el cdificio de la Comandancia brillan dos luces, y el grito de joentinela, tha. queda haradado e un puell.
el océano nchura en lo lejos, as los azu Del fortin que domina la entrada de Amapala se divisa, con el auxilio de um anteojo, la caseta roja del muelle de la Union. Nosotros, gracias al poco porte de la balandra, que apenas si alca123 ocho metros de largo, podemos marchar en linea recta por medio de los islotes regados enfrente del puerto, sin buscar el canal que sirve las embarcaciones de gran calado. De esta manera economiza.
mos dos terceras partes del camino.
Marchamos lentamente. Las velas, que por momentos se hinchan haciéndonos adelantar algunos pasos, caen pronto, como desanimadas, a lo largo del mástil.
Parece que el viento se burla de nosotros; pero somos sus esclavos y tenemos que aceptar resignados sus bromas y caprichos.
Dichosamente no sentimos todavia la pesadumbre del sol.
Sentados. lo largo de una de las bandas de la embarcación, se entretienen los marineros en comentar el suicidio de un comerciante extranjero, establecido en Ama.
pala, que en la mañana fue encontrado en la playa con el crineo deshecho de un balazo. Como se ignoran los moy impulsaron aqu la de Zaca.
os se desta marcados.
Amapola.
avanza, se e los a del golfo, caprichosa, 17 medio del luna princi.
ermiza blan.
del Tigre.
luz pálida, el ambien

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