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12 Páginas Ilustradas CRÓNICA EXTRANJERA LA MAJA DE GOYA Fue allá, en un palco de la Plaza de Toros, donde apareció frente a mí la figura gallarda, puesta en pie, remarcadas las hechuras del cuerpo por el ceñido traje, levantado sobre la oreja el pelo negro y onduloso, brillando el travieso mirar bajo la malla de un velillo de encaje.
Negro era el vestido, adornado con blondas. Bajo el se dibujaban con fran.
queza gentil las líneas de la imagen, un tiempo acariciadora y altanera.
Donde, cuándo, había visto yo una mujer 15: Yo conocía aquellos ojos maliciosos inteligentes que chispeaban al mi.
rar; aquella nariz corta de rosáceas ventanillas; aquel mohin de la boca que era entre beso y burla; aquel gesto donde se iniciaba la caricia y se abocetaba el desden.
Si: la había visto muchas veces; habia pasado horas y más horas frente a ella, admirando cómo el negro pelo calzaba el nácar de las sienes para revolverse sobre la nuca y erizarse contra ella en rizos sonbreadores de la piel; cómo chispeaban los ojos, como sonreía la boca, como titubeaba el gesto entre desdenes y favores.
Mil veces admiré también el cuello re.
dondo, difuminado suavemente hacia los arranques del pecho, pecho de fidiano modelo, alto y firme, temblante bajo el encaje del corpiño. No me eran desconocidas la cintura breve, que, sin violencias de la curva, se unía al dibujo de la cadera; ni la cadera gozadora, majescamente remarcada por la falda prieta del raso.
Indudablemente yo habia contemplado, muchas, muchas veces, aquel delicioso conjunto, aquella imagen pícara y señoril, todo un tiempo, y tan en perfecta armo nia, que lo señoril aumentaba lo picaro, y lo pícaro destacaba lo señoril.
Pero, dónde, cuando la había visto?
Ah, sombrero maldito, tú fuistes culpable de mis dudas. Puesto sobre aquella cabeza, siendo con tus enormes alas quitasol de aquel cuerpo, provocaste mis confusiones. Era la que estaba enfrente de mis ojos una imagen ellos familiar. Sólo que, hasta entonces, la admiré siempre sin sombrero. Ahora lo llevaba.
Sin duda, al mirarla salir del cuadro y dirigirse hacia la puerta del Museo, le ofreció su chapeo, para que no tomase una insolación, alguna copista galante.
Porque era la maja de Goya, la del Mu.
seo, la criatura del gran aragonés, la que estaba junto mí en un palco de la Plaza de Toros.
Ella, y no más que ella, podia y había de ser la aristocrática manola que seguia con nerviosidades de patricia romana en el Circo, las peripecias de la lidia, las arrogancias del torero, los feroces escarceos del toro.
Ella era. La inmortalizada por Gova en un lienzo, había tenido el capricho de bacerse carne poco trabajo le debió de costar; y, apenas sin mudar el traje, sin cambiar nada, absolutamente nada de su forma y de su alma, se plantó en la Plaza para presenciar una corrida, para vivir una de aquellas fiestas enlucidas por Pepe Hillo y Costillares.
Maja inmortal de Goya, hecha por una tarde carne de mujer en la Plaza de Toros; no la fiesta misma, tú fuistes la verdadera fiesta de mis ojos de artista.
En ti los puse para seguir tus gestos, tus actitudes y ademanes, durante las peperipecias de la lidia. Hubo un minuto en que tu alma de maja subió bravamente a tus bravos ojos españoles, y un jol escapo por tus labios, y tus manos, de aristo crático diseño, se juntaron para aplaudir.
Abajo, en la Plaza, habia cuadrado la fiera, poniendo cara al matador. El ancho morrillo, barnizado de sangre, daba cambiantes de rubi al reflejo solar; jadeaban violentamente los ijares; afirmábanse las cuatro pezuñas en el suelo; rabiosa espuma descolgaba del belfo; y las pupilas asesinas desafiaban al espada.
Lió éste la muleta; echose a la cara el estoque; cito, pasó rozando con los alamares de la chaquetilla el cuerno de la fiera, siguió el viaje rozando el costillar, y al salir limpio de la suerte, pudo ver su estoque hundido hasta el puno bermejo en el morrillo carnoso del bruto, Este quiso arrancar. No pudo. Abrié.
ronse sus patas: un chorro de sangre bro.
to por sus anchas narices; tambaleóse, se quiso afirmar con arranque desesperado para seguir la lucha, y cayó sobre el lomo, con los cuatro remos al aire.
Fué ent sobre la ba palpitante, bierta la las pupilas dir, las Holel más guna en el Mujer de vieron en de la maja pia. sin min.
Quién cia figure. entre picar: delo para ño aragon Amar Werecho y Irir.

    Violence
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