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Páginas Ilustradas 12 PARA DAMAS DE LA CASA NUESTROS CRIADOS ACCIONISTAS No, yo no puedo decir que la idea haya sido mia. La verdadera autora fué mi amiga y consejera Mrs. Sterling, y yo, con todo gusto, la comunico mis lectoras.
Si mi memoria me es fiel, partimos con ella para un viaje, hace tres años. Durante diez y ocho meses tuve el previlegio de vivir en su casa y aprender de ella resolver problemas sociales y domésticos.
Recuerdo que me llamó mucho la atención, entonces, una especie de sociedad que habia formado mi amiga con su coci.
nera, en virtud de la cual, ciertos provechos ganancias se dividian entre las dos.
Abordé la cuestión la hora del te. La idea es vuestra. creo le dije.
Lo negó, y comenzó asi. El plan, en conjunto, fué sugerido por una carta femenina de la sección de damas de un popular periódico. La guarde, pensando poner en práctica la idea, alguna vez. Precisamente entonces fui a hacer un viaje en compania de mi marido. Durante la travesía, el provecto se preciso, causa de una conversación con el Jefe de una manufactura. Una gran huelga perjudicaba entonces los negocios en algunos lugares, y le pregunté si en su casa nunca habia pasado algo semejante. Hace cuarenta años que trabajamos aqui replicó y en todo ese tiempo ja.
más se ha registrado una huelga.
El procedia de esta manera: cuando un operario habia estado en su fábrica un año y se había mostrado honrado, inteligente y trabajador, recibía una prima y quedaba como accionista en la compañia.
Después del segundo año, sus intereses crecían proporcionalmente. No es necesario que indique usted, dijo, el valor de las acciones en un negocio de proporcio.
nes gigantescas. Cuando hay dificultades entre empleados y operarios, éstas se resuelven por arbitraje y conferencias de comités que presentan ambas partes. Con este sistema, no hay huelgas.
No soy un economista político. prosiguió mi mentor, pero sé que el hombre cuida lo que le pertenece en parte.
Yo podria implantar este sistema en menor escala, pensé atrevidamente, Mi cocinera era Margarita Daly. Estaba conmigo desde hacia dos años. Era lista, trabajadora y guisaba bien. Además, era muy honrada, pero tenia el defecto de no ser económica, a pesar de todos los esfuerzos que había yo hecho por obligarla serlo. Era muy gastadora, desperdiciaba las semillas y procuraba veces aprovecharse de ciertas ganancias.
Cuando hube madurado mi plan, fuí la cocina, en momentos en que mi cocinera no estaba ocupada. Era muy oportuno comenzar entonces: los gastos estaban cubiertos hasta el sábado. Todo estaba listo para una nueva cuenta.
En los términos más sencillos, para que comprendiera bien, le expuse mi plan. Ya habia yo hecho un cálculo escrupuloso de lo que se gastaba en mi casa, en alimentos, haciendo concesiones liberales para carne, legumbres y semillas, basándome en los precios corrientes.
Dije Margarita que ella dispondria de la mitad de lo ahorrado en dicha suma.
Si sobraban cincuenta centavos al fin de la semana, después de cubrirse todos los gastos, ella se embolsaria veinticinco y yo el resto.
Entonces pude computar exactamente cuáles eran los gastos adicionales, rebajarlos de los precios y darle a mi cocinera la mitad de lo que ahorraba legalmente.
Desde nuestro nuevo arreglo, mi mesa estuvo mejor habilitada. Mi cocinera se empeñaba en encontrar la manera de halagarme, y al mismo tiempo de economi zar todo lo posible, y se hizo una cocine.
ra inteligente y muy hábil.
Para equilibrar los gastos y compensar los, unos con otros, el problema es muy sencillo. Por ejemplo: si tiene usted ricos pasteles para esta semana, la siguiente no tendrá más que dulces sencillos. Si en la mesa del domingo se sirve una carne costosa, el resto de la semana se tomará car.
ne más barata de la acostumbrada.
Ella misma aprendió a comprar de la manera más económica. Unas sustancias cantidad suficiente para repartirlas en la semana y otras diariamente, según con venia.
El negocio marchó tan bien, que al cabo de po SOS sen anterior tamente rros.
Marg ces se muy te Callahat te la ini pio se que vo Pero la venció, Margari Desd mente ses y modo, enemig dos, he socios.
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