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Págipas Ilustradas LOS CIEN DOBLONES DE ORO 1 il ta 9 se d Erase en aquellos tiempos en que no todo el mundo sabía escribir. La industria de Ginés Blainneteau se hallaba en muy próspero estado.
Ginés gozaba de grandes simpatias en su barrio. Únicamente se le tachaba de ser algo avaro, porque exigia el pago antes de comenzar la carta solicitada. Pero esto lo hacía en favor de su hija Guillermina, que pronto iba cumplir dieciocho años. No daré dote mi hija decía porque el que se case con ella poseerá un verdadero tesoro. Por otra parte, exijo que su marido le aporte la cantidad de cien do.
blones de oro Durante una ausencia de su padre, un obrero, carpintero del barrio. Juliin Briquet, entró en la tienda de Ginés para hacer que le escribiera una carta su ma.
dre.
Al ver sola Guillermina se había puesto encarnado como la grana. Como hacia poco tiempo que vivia en la población, veia por primera vez la muchacha, cuya belleza le causó extraordinario asombro.
Qué desea usted le preguntó la hija del memorialista.
Ver su padre. Mi padre estará ausente toda la mañana. Podría yo reemplazarle. No lo sé. quién quiere usted escribir mi madre. Esas son las cartas más fáciles de escribir. Digame lo que quiere comuni.
carle, Guillermina se sentó ante una me.
sa y espero.
El carpintero expresó ampliamente su pensamiento Cuando hubo terminado, Guillermina le dijo. Voy leerle a usted la carta.
Acrecentose la emoción del mancebo cuando la lectora llegó al final de la carta.
Después dió las gracias, y cuando quiso pagar, Guillermina se negó a recibir el estipendio. Le pagará usted mi padre le dijo.
El joven comprendió lo que pasaba en ella. La contemplo un segundo, y se cam.
bió entre ellos una expresiva mirada.
Julian Briquet volvió al dia siguiente a la casa con objeto de pagar Ginés su deuda. Luego reanudó sus visitas para ba cer escribir nuevas cartas su madre, y sobre todo para poder dirigir algunas pa labras Guillermina. El infeliz estaba re signado. Sabia que no podia casarse con la muchacha hasta el dia en que poseyera cien doblones de oro. No tenia sobre qué caerse muerto; pero se había entregado encarnizadamente al trabajo, para ver si en dos o tres años podría economizar dicha suma.
Le esperaria Guillermina?
El enamorado galán tuvo el valor de preguntárselo un día que se encontró solo con ella. S1 contestó la muchacha. Pero voy pedirle a usted un favor. Cuál. Deseo que no ponga usted los pies en esta casa, mientras mi padre esté ausente.
Convenido. Pero cómo podré decir.
le usted que la amo. Es cuestión de ingenio.
Al día siguiente dirigiose Julián Briquet la tienda del memoralista. Otra carta para su madre le preguntó amistosamente el padre de Guillermina. No. Mi madre ha regresado ya de Normandia.
Algún amorcillo, sin duda. Nada de eso. Se trata de un amor inmenso, inextinguible. Que durari quince dias?
Eternamente. Escríbala usted que la adoro.
Mientras Ginés realizaba su tarea, Guillermina y Julián se habían acercado el uno al otro, y con la mirada, la joven expresaba su amado la admiración que le causaba su estratagema.
Cuando el nemoralista hubo terminado, procedió a la lectura de lo que había escrito.
El carpintero, lejos de dar la menor prueba de asentimiento, dijo. Está muy bien la carta; pero no es eso lo que yo necesito. Pues dígame usted lo que quiere manifestarr murmuró Ginés, rompiendo la n

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