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Páginas Ilustradas LA VANIDAD DE ROOSEVELT QUISICOSA Roosevelt es sin disputa el hombre más notable de la Gran Unión, El lo ha comprendido, está convencido de ello y siente hincharse su sangre con la más grande de las vanidades.
El humorismo de un escritor yankee lo retrata admirablemente en este apólogo.
Se hallaba San Pedro a la puerta del Paraiso, cuando oyó que llamaban. Quién es. Jorge Washington.
Cuales son tus méritos? preguntó el llavero celestial que, no está muy fuerte en historia. Soy el padre de mi país: sacudi el yugo inglés y fundé la República Norteamericana. He sido el primero en la paz, el primero en la guerra y el primero el en corazón de mis compatriotas ¡Adelante!
Volvieron a llamar. Era Abraham Lincoln, que se expresó asi. He sido Presidente de los Estados Unidos. He salvado la Unión: he emancipado los esclavos; he muerto mártir de la Libertad. Bien, bien, adelante!
Descargan en la puerta un vigoroso puñetazo ¿Quién es?
Teodoro Roosevelt. qué ha hecho ese señor. Vamos hombre, dése prisa.
Dígale al Todopoderoso que Teodoro Roosevelt está aqui. Basta con eso.
Son tus labios, aunque iures, Dos manojitos de fresas, Para adorno de marquesas En sombreros pompadures.
Son tus ojos, aunque llores, Dos diamantes circundados Por zafiros, y encerrados En estuche de rubores.
Son tus manos, aunque hieras, Dos campánulas mecidas Por inquietudes y huídas De palomas mensajeras. es tanta tu distinción, Que siempre serás tomada Por la Princesa enguantada Que sale de su Trianón.
Ninguna cual tú en la villa Con tanta gracia ha fingido No ver que, cabe el vestido, Mostraba la pantorrilla.
Ni nadie cual tú en amores Supo, amorosa y discreta, Recibir una tarjeta Comprando un ramo de flores.
Cien veces he pretendido, Cuando pasas, orgullosa, Decirte que eres hermosa, Pero nunca me he atrevido.
Porque no puedo olvidar Que más de un hombre está preso Por la mentira de un beso Que no le quisiste dar. e LI a FRANK CHEREQ

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