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Páginas Ilustradas LISIMACO CHAVARRÍA Tus versos cincelados y armoniosos, Poeta, el espíritu tienen de un parque florecido; tal vez en ellos vive la fragancia discreta de las bellas mujeres que te han sonreído.
Tus versos fingen una gallarda primavera; en ellos hay trinares y vuelan mariposas y revientan capullos. Si yo novia tuviera le enviaria tus versos como un ramo de rosas!
Tus versos tienen una gracia adorable y fina, y sutiles prodigios: una ténue neblina oculta el sugestivo misterio de las cosas; cual por un milagro la princesa Quimera nos lleva a su castillo. Si yo novia tuviera le enviaria tus versos como un ramo de rosas!
RIGOBERTO GUTIÉRREZ Masaya, Nicaragua, 1911.
SECRETOS DE LA SELVA Florece el medio dia.
Ven mí, soñador, y en mi regazo te brindaré en la copa de mi fuente un vino de cristal, como el de Naxos.
Ven, escucha el cantar de las torcaces aqui, bajo del palio de mis fores, mis palmas y mis aves; recuéstate mi sombra, yo te amparo.
Las abejas laboran el ámbar de su néctar delicado y pasan a los lirios, como flechas, pasan las rosas, como dardos.
La vida, en mi silencio, es sosegada; mi alegre manantial detalla salmos cada amanecer y por las tardes, al bañarse el poniente de cinabrio, Las cigarras también están de fiesta callan cuando pasan los muchachos que van la montaña sus labores alegrando el sendero con sus cantos.
También los carboneros se acercaron orar en mi santuario y les puse la unción de mis aromas en las uvas carmíneas de sus labios.
Oh ingenuos montañeses!
Ellos saben mi verbo silenciario. Oh aquellos hombres buenos de manos burdas y contornos amplios!
Yo sé de dos tragedias de sangre y de puñales que llenaron mi campo de terror y de congojas.
Te diré, si lo quieres, mis arcanos.
Yo sé de una pareja de mancebos que en busca de silencio mí llegaron y ungi. con mi fragancia, sus idilios celebré sus nupcias. No hace un año. fué un atardecer de rosa y nicar, cuando abrieron sus pétalos los astros, como unas margaritas de jacinto, como unas azucenas de topacio. tornaron alegres a la aldea asidos, por la senda, de las manos, diciéndose coloquios no aprendidos, mientras la ermita musitaba el ángelus.
Florece el medio día.
Ven mi, soñador, y en mi regazo te brindaré en la copa de mi fuente un vino de cristal, como el de Naxos.
LISÍMACO CHAVARRA

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