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Páginas Ilustradas INGRATITUDES de un amor que me expuso perder la salud y los ahorros, y casi casi liasta perder el curso.
Parece que fué aver ly ya han pasado completos cuatro lustros!
Cuatro lustros que son, según mi cuenta en lenguaje vulgar, veinte años justos. VentiañosEs decir, que yo tenía entonces los veintiuno.
o veintidos. Por año más o menos ni riño, ni cuestiono, ni discuto.
Parece que fué aver iy todavia al recordarlo me avergüenzo y sufro!
Era Elena muy guapa, lo confieso, y veces muy amable; ipero mucho! era doña Rosario una señora algo grosera y de carácter brusco.
Vivían las dos solas. He mentido.
Solas no, que vivían con un chucho: un perrito faldero muy mimado, muy goloso, muy feo y muy lanudo.
Se llama Pichiche. Los bizcochos que me costó el dichoso animalucho!
Bajaba yo al Colegio de San Carlos, pensando en los exámenes de junio, cuando en la acera y al doblar la esquina de la calle de Atocha, veo un grupo de gente. Me aprosimo, qué ha pasado? una mujer pregunto.
Pues, nada, caballero, una señora que de pronto aquí mismo se indispuso.
Me abrí paso; acerquéme la paciente, le tomé con gravedad el pulso.
No era nada. Una simple lipotimia; un patatús, como lo llama el vulgo.
Levanté suavemente su cabeza; la hice tomar un poco de bromuro, vii los pocos momentos ya le había pasado por completo el arrechucho. Oh, gracias, caballero! dijo entonces una joven más fresca que un capullo, de airoso porte, de maneras finas, de negros ojos y cabellos rubios.
Yo. señorita. repliqué cortado, y ante belleza tal quede confuso.
Te sientes bien, mama Si, vida mía; estoy mejor. Marchémonos al punto. Acepte usted mi brazo. Av. caballero Sentiría abusar.
Lo hago con gusto. marchando los tres poquito a poco, llegamos a la calle del Sauco.
Suba usted y descanse. Muchas gracias. Si, suba usted!
Pues me lo manda, subo.
Le voy a recetar una mixtura, con la que usted se alivia, de seguro. subi; receté ayl aquel dia brotó la llama del amor oculto; de un amor vehemente, apasionado; Cinco meses duraron mis amores.
Cinco meses de afanes y de apuros; pues entre flores, dulces y teatro, cafés con tostadas. y otros lujos, yo, infeliz, me vela y deseaba, para sufrir derroche tan mayúsculo.
Pero, al fin el amor todo lo puede, en aquella ocasión todo lo pudo.
Es decir, todo no. Cierta mañana doña Rosario me soltó un discurso, para contarme, entre suspiros hondos, por centésima vez sus infortunios; después de abrazarme cariñosa, llamándome hijo suyo, acabo por pedirme ochenta pesos, que reclamaba un primo del difunto, Pedirle suma tal un estudiante, es no tener vergüenza. ni recursos. Ay, señora! le dije. francamente, el trance es para mí terrible y duro, Si se tratara sólo de dos pesos, de cincuenta reales lo sumo.
vo diria enseguida. Aquí los tiene: pero esa cantidad. Cómo! Qué escucho!
Duda usted de que vo se la devuelva. Dudas de mi mamá. iSi yo no dudo!
Dice usted que no tiene ese dinero. Qué he de tener!
Pues pidaselo a alguno. Yo señora, no pido lo que ignoro si podré devolver Oyes qué insulto. Esa es una indirecta. Yo le ruego.

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