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14 Páginas Ilustradas OJOS DE SANTO NOVELA CORTA POR JENARO CARDONA elm que exce Sell dard cesa ро un ур su pro ese hac su do סוז tin El padre de Rafael María había muerto en el presidio de San Lucas, donde des contaba la pena que había sido condenado por homicidio, según rezaba la sen.
tencia respectiva; aquel infortunado hijo del pueblo había preferido llevarse al presidio primero, y la tumba después, el se.
creto, el móvil que le había impelido matar a un hombre en riña, cara a cara.
en un verdadero duelo machete que se había verificado en un paraje solitario.
una mañanita fresca del mes de enero, sin más testigos que Dios. El cadáver del occiso fué encontrado a poca distancia de la carreta que conducia, para cargar lena, y presentaba varias heridas, una de las cuales le dividia el parietal derecho, ho rrible herida que indicaba un fuerte brazo, y más que todo, verdadera furia, rabia loca en la acometida.
Cuando el lance termino, Miguel, que así se llamaba el padre de Rafael Maria, que también había salido herido en el antebrazo derecho, llegóse muy tranquilo la Alcaldia del lugar, y contó todo lo ocurrido, declarándose responsable del homicidio. Salguero, el muerto, lo había provocado con gran insistencia, y lo había agredido: eso fué todo cuanto declaró.
El pobre hombre, a pesar de compren.
der lo grave de su situación, mostróse tranquilo, casi satisfecho. Qué más que sentir en su alma la absolución suprema de su conciencia! Ahi, cuánto tiempo habia espiado las salidas de Salguero. Cómo habia contado los dias, y con qué ansia habia deseado el encuentro que pro.
vocó, con aquel infame que mancillaba su honra, que le habia robado el amor de su esposa, hermosísima mujer con la cual se habia unido locamente enamorado!
Comprendia perfectamente que si el declaraba todo, la ley le amparaba y su libertad habría sido decretada después de algunas gestiones que pondrian en evidencia la verdad de las cosas; pero desecho esa idea. para que quería ahora la liber: tad. para qué vivir después de ver su ho gar deshecho, anegado en un mar de in: famia y de sangre No: le parecia cobarde ese proceder, y prefirió callar, callar como una esfinge hasta lo último. Ya que la cosa era ignorada por las gentes del pueblo, si ya se había vengado a todo su sabor, para qué levantar en la pública picota, hecha un andrajo, la honra de su mujer Preferia mil veces el nombre de homi cida, a aparecer ante el mundo como un sér deshonrado del cual todos harian mofa. Bien es aerdad que el Juez, en vista de las atenuantes que se le abonaron en esta triste partida al pobre Miguel, descargo suavemente el peso de la ley sobre el in feliz: siete, diez, veinte años de presidio.
Equé le importaban?
Marchó, pues, descontar su condena.
revuelto con la horda, con la canalla, en una de esas remesas que del interior de las ciudades salen al presidio, revuelto con los asesinos vulgares, con los estafadores, con los incendiarios, con los rateros, aquel honbre honrado carta cabal, que jamás se embriago, y que había hecho del trabajo y del amor el único fin de su vida; ahora formaba parte de aquel lodo in mundo, de aquel cieno social amasado fermentado con toda clase de bajezas.
que se tira alla, muy lejos, para que sus emanaciones pestilentes no contaminen a 1a sociedad, en la cual joh sarcasmo!
quedan impunes tantos ladrones, tantos estafadores, tantos rateros de honra y de dinero, tantos incendiarios elevados después a la categoria de filantropos por la estulticia y por el servilismo de ese otro cieno social, de esos que esconden su vi leza y su cobardia, dentro de la levita cor tada por el último figurín de Paris.
Muy pocos años después, el infortunado Miguel había muerto en el presidio de una hepatitis aguda, y la pobre esposa, la desgraciada adúltera desapareció del lugar algunos meses después.
Rafael Maria se hallaba ausente, en una de las fincas de su padrino, cuando esto ocurrió, y no hay palabras para describir la inmensa desolación de aquella alma dulce y cariñosa, que quedaba en el mun do desamparada, rodando de tumbo en tumbo, como un guijarro despedido por la desgracia desde lo alto de una ciman al tenebroso precipicio donde va a estrellarse.
Él ignoraba, como casi todo el pueblo.
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