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ΙΟ Páginas Ilustradas SILUETA DE AQUILEO Leida en la velada que el Club Alfonso XII celebró en memoria de Aquileo Echeverria ALTIVA y amplia la frente, huracanes en la cumbre, negro y sedoso el cabello, tumbos en el mar inmenso, la nariz reeta, en los ojos hermosura en las mujeres brillaba siempre ese fuego, y armonías en el verso.
que algunos llaman viveza y que otros laman talento. Tal lo finge todavia Boca grande, en cuyos pliegues en su ilusión el recuerdo!
acurrucado hubo un gesto no sé si triste o alegre, no sé si amargo risueño, aunque quizás compendiaba Para la moza garrida; particulas de todo eso; para el mocetón esbelto; y decorando ese cuadro, para la vaca lechera, sobre el pedestal del cuello, y para el potro azulejo; una incansable sonrisa para el vendedor de leña; de epicureo, de bohemio, para el sudaz curandero; que aunque tuvo veces punta para el patas y la segua, jamás inyectó veneno.
la llorona y el cadejos; Sonrisa consoladora para el valor temerario salida de muy adentro, de los sencillos labriegos como manantial que brota que desnudan sus entachas de las entrañas de un cerro, por grito más o de menos, y baña con sus frescuras y se baten con bravura el ansia de los terrenos en descomunales duelos; que a su paso languidecen para las verdes montañas, calcinados y sedientos.
para los altivos cerros; para los dulees paisajes ¡Tal lo miro todavía con que alfombrara este suelo en la placa del recuerdo!
el solicito agasajo de nuestro verdor eterno, tuvo una nota su lira, tuvo su lira un acento ¿Y su musa? Fue la musa delicado, cariñoso, que los cantores modernos fragante, nítido y fresco.
inspira los dulces cantos con que entona el universo ¡Tal resucna todavía triunfales himnos de vida en el arpa del recuerdo!
que en el humano concierto, son: en las flores, aromas, y matices en el cielo; Suave murmurio en las fuentes, Fue bullicioso, fué culto; melodias en el viento, trovador y caballero frescuras en las florestas, que dió al aire sus canciones nieve y grana en los cafetos, y la adversidad su pecho.
Cultivó santas ternuras inspiró cariños ciertos; tuvo muy valiosas prendas.
personales, desde luego. porque otras nadie le vieray algunos pocos defectos que no le impidieron nunca ser humilde ni ser bueno.
Tuvo candores de niño y extravagancias de viejo, y no lidió las batallas en que combatir solemos, los que llevamos cuestas pesadas cargas de anhelos que defender de los golpes en las justas del progreso.
No conoció el rocinante de los líricos empeños: y en su paso por la vida cabalgó el rucio Sanchezco, sobre el cual ya no quedaban del simbólico escudero ni la alforja de codicia, ni el indecente aparejo, ni siquiera el buen sentido de su incomparable dueño.
No cuido de los jardines de su gloria. No hizo templos de admiración insensata para adorarse en secreto: no aparentó, siendo sano, debilidades de enfermo; no aduló, fué siempre digno; nunca se miró al espejo de su fama y nunca supo que salieron de sus versos, Ora los rubios lingotes con que se abrican cetros, ora las chispas brillantes de las hogueras del genio. y su viaje será eterno!
JOSÉ MARÍA ZELEDON TUS OJOS En el libro de tus ojos ha aprendido el alma mia, nil secretos ignorados, mil le.
yendas misteriosas; de la ciencia del olvi.
do, la cruel filosofia; del amor y de los celos, del idilio y la alegria, la virtud de las ideas y el sentido de las cosas.
En la fuente de tus ojos ha bebido el alma mia, del consuelo y la esperanza la suavísima dulzura; el veneno ponzoñoso del perjurio y la falsia; la acritud de los desdenes, de los goces la ambrosia y las mieles del deseo y las hieles de la hartura.
En el fuego de tus ojos ha quemado el alma mia mis recuerdos, mis nostalgias, mis venturas y mis penas; los ensueños y ambiciones de mi loca fantasia; los anhelos de mi mente, de mi musa la alegria; de mi espíritu las alas, y la sangre de mis venas. en el libro y en la fuente y en el fue.
go de tus ojos, se engendró nuestro cari.
ño, se firmó nuestra alianza; y ya brille en tus pupilas el furor de tus enojos, ya proclamen tus amores, ya revelen tus an.
tojos para mi, tus ojos tienen calor, vida y enseñanza. CARLOS MIRANDA.

    José María Zeledón
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