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4 Páginas Ilustradas EL SUEÑO DE CLAUDIA PROCLA No te mezcles en las cosas de ese justo, porque son muchas los congojas que hoy he padecido en sueños por sul canisa. Mateo XXVII. 19.
siniestro de niuerte cor un mensai el dominio Com. VG uno de si se prostern teres claro listas nos Claudia gojas que Pilato istro del su respons su buena Envio tuto. loco Hizo ver de sal das frente miserable.
bris. Aqu Sanedrin.
Toda enemigos.
la augusta No so plebe: si Pilato, ya dor y firm antes sinic Comenzaba la segunda vigilia de la noche anterior al 14 de Nisán.
En vano Claudia Procla hacia grandes esfuerzos por conciliar el sueño. El dialo había pasado en una de las ventanas del Palacio de Herodes, contemplando la inmen multitud de gentes que desde los confines de Palestina venían Jerusalén para celebri la Pascua, y sus oídos habia llegado el rumor de la nefanda trama urdida contra Predicador de Galilea, Jesús de Nazaret, cuvas doctrinas de amar a los pobres, habian despertado en su corazón pagano, corrientes de simpatia y admiración.
Semejante a una de las marmoreasestatuas que allí lejos en la campiña roma na precedían el silencioso dormir de las tumbas, la descendiente de los nobles Claudios estaba fria y pulida: sus negros ojos de penetrante mirar vagaban errat bundos por los contornos de aquel rico palacio en que el refinamiento oriental había puesto toda su alma voluptuosa.
Dejó de subito el lecho de marfil ataviado de suave y vistosa púrpura y de de.
licados almohadones que convidaban al dulce reposo. Recogió su blonda cabellera y la cubrió de dorado velo, y temblo.
rosa bajó la escala de frío mármol y de pronto se encontró en uno de los jardines de aquella soberbia mansión. Una brisa saturada de pardos, violetas y Cárdenas lirios, embalsamabil el ambiente. La cal.
ma de la noche se hacía sentir con todos sus espectros y fantasmas que la imaginación viva del Oriente hacia surgir del fondo del abismo. La limpida claridad de la luna se filtraba a través de las esbeltas palmeras de Sión, y la verdeante verba parecia brillar al sentir el beso inmaculado del astro de la noche, Bajo la fronda de un aromático sinamomo se detuvo Claudia, la bella y gentil esposa del procurador del Imperio, Poncio Pilato, y alll, presa de repentino estremece miento, cayó rendida y entró en profunda somnolencia.
ІІ Era muy cercano el amanecer. El cantar de las avecillas al cielo, el rebullirse de las ovejas y el desperezarse de la naturaleza, indicaban el despuntar del nuevo dia.
Claudia Procla se incorporó y hubo de enjugar sus ojos bañados en lágrimas y pasó sus tersas manos sobre su blanca túnica, que parecia de perlas finísimas, bordada por el rocio matinal. Un frío nervioso la acometió al oir el éco de trompetas y clari nes que desde uno de los torreonas de la fortaleza de la Antonia anunciaba la nueva aurom crecó que era la triste realidad de lo que en el sueño había visto y oido: el eco Salio bajo se di Saly en el atri en el oid denatoria Seve abandona salvarlo miento de corazón, Pilat habia pad Pilat nos de si giendo il IAL, Hab Era bre, y la estreme moso di

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