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Paginas Ilustradas siniestro de la trompeta anunciando por todos los ángules de Jerusalén la sentencia de muerte contra el Dulce Profeta de Galilea. Ah! pero aún no era asi! Una palabra, un mensaje suyo podria salvar al inocente reo, al Divino Ajusticiado. Sabia muy bien el dominio que en el corazón de su esposo disfrutaba ella.
Cómo era posible que su esposo pudiera negarle su divina Claudia una gracia!
Vé al Pretorio y llévale este mensaje. Poncio Pilato, le dijo en tono imperioso uno de sus fieles servidores. Como flecha disparada, asi salió el esclavo y de pronto se prosternó en las gradas del Pretorio y el Gobernador de Judca pudo leer en carac teres claros y bien pulidos, estas palabras de su esposa que uno de los cuatro evangelistas nos ha trasmitido fielmente para perpetuar aquel rasgo de bondad del corazón de Claudia Procla: No te mezcles en las cosas de ese justo, porque son muchas las congojas que hoy he padecido en sueños por su causa.
Pilato vacilo un momento, y el temor de manchar las manos que acariciaban el astro de Claudia amorosamente, se apoderó de él y pensó en salvar a Jesús o evadir su responsabilidad en la causa de ese Justo por quien había pasado tantas congojas su buena Claudia.
Envið Jesús al tribunal del Tetrarca Herodes para que lo juzgara, pero este lobo tuto. zorra vieja. se lo devolvió cubierto de irrisoria clámide de púrpura, en señal loco.
Hizo Pilato un segundo esfuerzo, cobarde y vil como todos los que empleó, para ver de salvar Jesús para complacer su esposa. Puso delante de las turbas amctina.
das frente su palacio, la humilde, bondadosa figura de Jesús, en parangón con la miserable, repugnante y deshecha persona del jefe de bandoleros y criminales: Barrabás. Aquella hambrienta jauría humana atizada por los sacerdotes, fariseos y jefes del Sanedrin, prefirió la libertad del ladrón a la de Jesús de Nazaret.
Todavia el Juez. cobarde hizo otro esfuerzo para salvar Jesús de las garras de sus enemigos. Lo mandó azotar Geramente, y coronada de punzantes espinas presentó la augusta faz del Salvador en el estado más triste, dijo con fuerte voz. Ecce homo!
No se aplacó el furor del pueblo judio, y las últimas palabras del vulgo, de la plebe: si no le castigas no eres amigo del César. habían desconcertado el ánimo de Pilato, y como herido por un rayo perdió el conocimiento de lo que tenía su alrededor y firmó al fin la sentencia de muerte de cruz contra Cristo Jesús, no sin lavarse antes sinicamente las manos presencia del vil populacho.
III Salió Pilato del Pretorio y bajó la escalera de mármol de la torre Antonia, cabizbajo se dirigió con el alma ulcerada al interior del Palacio herodiano.
Salve, divina! salve, carisima Claudia. repitió con voz entrecortada al encontrarse en el atrio con la presencia de su esposa que impaciente lo aguardaba. Resonaba aún en el oido de Pilato la misteriosa misiva de Claudia en el momento solemne de la condenatoria de Jesús Nazareno.
Severa, imponente, con la mirada altiva, lo recibió Claudia y le dijo. Oh! por qué abandonaste Jesús y lo condenaste muerte, siendo inocente y pudiende fácilmente salvarlo: Ah! porque venció en ti la cobardia corazón el senti miento de la justicial Desdichado, continuó Claudin con toda la energia de su noble corazón, un baldón eterno cubre desde hoy tu ingrata memoria.
Pilato no contestó y sólo habilmente preguntó Claudia cuál era el sueño que había padecido la noche anterior, cuando el conocia de la causa contra el Nazareno, Pilato era escéptico en religión; pero supersticioso como el que mis de los romanos de su tiempo, ansiaba oir de labios de Claudia el relato del fatidico sueño, y fingiendo indiferencia, le dijo: Con que era terrible el sueño. Ah, le respondió Claudia, no me siento capaz de contártelo ni puedo explicártelo!
Habla, habla, le repetia Pilato con insistencia.
Eran las tres de la tarde del viernes de la gran semana. El sol había perdido su lumbre, y las tinieblas, como negro manto, cubrían todo de tristeza y pavor, y un espantoso estremecimieeto commovió el palacio en donde Pilato y Claudia sostenian aquel animoso diálogo, en

    Death Sentence
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