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10 Páginas lustradas Los estudios de Segunda Enseñanza los hizo Echeverria en el Instituto Nacional. y cuando más dedicado sus labores se encontraba, vino la guerra del año 85, la campaña contra el General Rufino Ba rrios, el paseo militar que hicieron nuestros ejércitos. Aquileo, aunque sólo contaba veinte años, se alistó en las filas y pasó Nicaragua La única conquista que se debe sus armas, fué la del afecto del Presidente Cárdenas que lo nombró šu edecán. Nunca se le hizo cargo, que yo sepa, por haber infringido el precepto constitucional de militar bajo otras ban deras distintas de las de su Patria.
Empieza ya la vida de aventuras, el me.
jor aprendizaje para un poeta genuino, el campo de observación de paises almas extrañas. Los estudios de Aquileo que daron incompletos. No le eran familia res ni la literatura clásica, ni los grandes maestros modernos, y sus relaciones con la gramática eran de simple cortesia. Lamento haber perdido los manuscritos de algunos de sus cuentos que yo guardaba con cariño. Guiado por su inspiración, el Pegaso atropellaba brida suelta la ortografía, y lo mismo herraba con los cascos su potro, que proclamaba contrito cualquiera de sus errores, escribiendolos con De regreso al país empezó a frecuentar las oficinas de redacción de los periódicos á dar a conocer las muestras de su in genio. Publicó en Costa Rica Ilustrada un romance: El Rebocito Nuevo. que fué toda una revelación. Había creado su género desde el primer ensayo, por lo menos el género que lo hizo popular.
Luego desaparece de la escena. Marcha un teatro mayor, donde sus capacida des, al decir de su jefe, contribuyeron en buena parte al éxito celebrado. Me refiero su puesto de agregado en la Legación de Costa Rica en Washington, encomendada don Pedro Pérez. Zeledón, y al arreglo de los limites con Nicaragua. De esa corta carrera diplomática guardó Aquileo sus más bellos recuerdos, su acción por los salones, por la vida mundana, por la elegancia femenina. Una página preciosa nos envio de los Estados Unidos, un canto en prosa a la Noche Buena, un lamento por no estar en aquella fecha al lado de sus padres y por no poder disfrutar del cariñoso ambiente de su tierra natal.
Noche Buena! Novia gentil de mi infancia, lleva en las alas grises de tu cuer po frio, mi ardiente beso la Patria y un recuerdo a los seres que más amo y venero!
En los estantes polvorientos de la Biblioteca Nacional. Sección de Publicacio nes, yacen amontonados en rimeros los diarios viejos, y al visitar ese cementerio del periodismo, pensamos en la cantidad de inteligencia y de pasión gastada al servicio del público, sin más resultado que ese poco de papel mohoso, harapos destinados al fuego, y una que otra reputación que sobrevive de las cenizas.
Aquileo dedicó muchos afanes a la prensa, y ahora, en su honor, hemos exhumado algunas de aquellas páginas escritas al correr de la pluma donde sin embargo quedaron impresas las trazas de su talento seductor. Bocaccio. el chis.
peante adalid político de 1889, que hizo rabiar a los polemistas serios del Partido Constitucional, fué dirigido por Aquileo de regreso de Washington, con la colaboración de Ricardo Fernández Guardia, Samuel Uribe, José Maria Gutiérrez y otros jóvenes que en ese tiempo esgrimían suis primeras armas. En la memoria de todos está aquella burlona querella que, en ver.
sos, sostuvo Aquileo con don Juan Ferraz, sacado de quicio por las punzadas humorísticas de los muchachos afiliados al Par.
tido Liberal Con todo y tanta donosura y unas cuantas trampas electorales, triunfó por abrumadora mayoria el caudillo popular, y la falange de intelectuales tomó el camino del destierro voluntario. Entre ellos iba Aquileo.
Su permanencia en Guatemala duró dos tres años. Decir la popularidad que adquirió nuestro compatriota seria ocioso.
pues sus hechos y sus dichos se comentaban como los de un hombre público. Visitaba las casas encopetadas y departia con las pequeñas gentes; adquirió un cafetin frente al teatro, que fue el centro de reunión de sus amigos; cultivaba relaciones oficiales sin olvidar sus viejas ligas con las musas. Allá reveló Aquileo sus dotes para la crónica social, género literario que es pas arduo de lo que primera vista parece. Sus impresiones de piezas teatrales, de bailes, de reuniones privadas, que se disputaban los diarios y que se registran, por ejemplo, con el titulo de Domingo Domingo. en Guatemala

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