Guardar

Páginas Ilustradas 15 al borde del bosque corriendo llegamos.
Sa sombra halagüeña brindonos un árbol cubierto de flores, de nidos poblado; y en verds almohadas que el césped lozano tendiera a tus plantas, los dos nos sentamos.
Alla en la ribera el mar fatigado desdobia sus olas con lento desmayo; el cielo semeja un campo segado; no hay nubes arriba.
no hay sombras abajo.
Natura reposa, dormitan los pájaros soñando con frutas de climas extraños.
De gala vestidos estaban los campos, hermosa la tarde, iy el césped tan blando. Me hablaste de amores, de amores hablamos: contaste una historia que nunca he olvidado.
Estabas fan linda con tu traje blanco, con tu boca roja, con tus ojos garzos!
La brisa pasaba las fiores besando; mecianse las rosas cual los incensartos; aroma embriagante llenaba los prados; tú eras una niña, yo tenia quince años: los dos nos dormimos: iqué cosas soflamos. Recuerdo tan sólo que allá al despertarnos, el mar, antes quieto, ragia alborotado; que el cielo risueño mostrábase hurano; que sombras extrañas cruraban el campo.
Llegamos corriendo, volvimos despacio: las que fueron risas, tornáronse llantos, porque la conciencia, para atormentarnos, repetia muy triste. Al pie de aquel árbol dos ángeles bellos se quedan llorando.
La miel de los besos borró nuestro llanto. Oh dulce amargura del primer pecado!
Aquileo publicó sus primeras Concherias que contenían, en medio de su gracia picardía que le eran peculiares, uno que otro lunar por la vulgaridad de ciertas expresiones; pero recibió tantos aplausos por estos ensayos, que lejos de enmendar.
se continuo imperterrito en sus nuevos romances, exagerando la nota en muchos de ellos, lo que en mi concepto fué una lástina.
Justamente, al aceptar del Comité de este Centro la insinuación para que hicie ta un estudio sobre el malogrado poeta.
pensé desde el primer instante venir aqui formular mi protesta para que no se le confine en el modesto papel de un López Silva, cuvos libros contienen siluetas y lenguaje de los chulos madrileños. Que ninguno como el haya copiado del natural los gestos y los dichos de las gentes de nuestros campos, haciendo su libro de ficil lectura y comprensión para el pue.
blo, es muy cierto; pero que su unico me rito, o que los más preciados quilates de su fama estriben en ello, yo lo niego. Aquileo Echeverria, poeta, cantor del concho. dirin con su brevedad doctoral las enciclopedias de mañana, desconociendo lastimosamente en dos renglones el linaje y los fueros de su ingenio. Pero no ven los que tal empeño tienen que su figura se empequeñece; que mediten estas palabras de Rubén Dario: Desde luego demás está decir que para comprender algunas de las poesias de Echeverria se necesita un vocabulario especial.
No es, pues, en mi concepto por haber pintado con mano maestra al concho, al punto de crear el vocablo concheria, no es por esa su especialidad que el nombre de Aquileo está hoy rodeado de una aureola, sino porque en este pais de agricultores y abogados poseia él cualidades auténticas de artista, porque, como dice el Doctor Zambrana, no pedia prestada ava lira sino que tocaba música en flauta silvestre que le pertenecía en toda propiedad. porque, con otras palabras y acatando el precepto contenido en la brillante ocurrencia de un bardo francés, Aquileo pudo exclamar. mi vaso seri pequeño, pero yo bebo en mi vaso. quiero agregar también que la tendencia de hacer literatura nacional como único norte, es falsa y puede ser pernicio.
Rubén Darío, que yo sepa, no conquistó sus galones en las letras cantando Afirme también que la corriente que prevalecía en tiempo de Aquileo. preconi.
caba como el ideal. que debian dirigirse los esfuerzos de la juventud, la creación de una literatura nacional.
Sa.

    Notas

    Este documento no posee notas.