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Páginas Ilustradas. ch 1, 50 gue Luste del His Un detalle del incendio ocurrido en Colón to bet de EL GIGANTE LA LUNA 250, Tayos Soda LAS iciu cruel Se ans AHOL Athos El gigante que había robado la luna, descendió de la montaña y se detuvo junto al mar.
El silencio prolongaba, bajo la noche, un silbido sutil, haciendo la ronda y ve.
lando sobre el sueño del mundo.
En la soledad solemne y penetrante, el coloso sonrió y dejó caer la luna en el mar.
Las aguas se encendieron de pronto.
El astro diluyó su claridad en las tinieblas submarinas, y del fondo del misterio bro taron mundos desconocidos.
Primero apareció una gran claridad azul entremezclada de espuma, por donde navegaban peces brillantes. Después, una vegetación maravillosa de algas frescas y corales diluidos.
Después, un escalonamiento de montanas de un matiz rosa inseguro. Después, un gran vacío verdoso y movible donde parpadeaban las estrellas. La luna fue descendiendo y revelando zonas.
Pero. dónde estaba el fondo del mar?
El gigante, que se había quedado con la mano extendida, como si el gesto incensato le hubiera petrificado en estatua, asistió atónito la caida de la inmensa bola de nieve, ante la cual se abria la sombra La luna siguió bajando serenamente y estuvo, al fin, tanta profundidad, llegó a tan hondos abismos, que se tornó semive lada y difusa. cada instante parecía to.
car el límite. Hasta que los ojos, impotentes para seguirla en su fuga, la perdieron.
Entonces el rebelde dejó caer con de saliento la mano extendida.
Pero cuando se alejaba vencido, una claridad tenue y plateada lo baño.
Era la luna que surgia de nuevo entre las nubes, como si después de describir una elipse monstruosa y atravesar tinieblas insondables, reapareciera en la superficie del cielo azul para atestiguar la despropor ción entre los misterios de la Naturaleza y la vanidad exasperada de los hombres.
MANUEL UGARTE incend munhoy la ViveCRIS

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