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Páginas Ilustradas TROPICAL y alzan las cañas sus airones rubios, del sol a los fulgores, como penachos de indios vencedores; y traen a la vega, bulliciosos, los vientos tropicales, el ruido de los plátanos hojosos el lejano rumor de los maizales. en la playa desierta, sobre la seca arena, perezosos, cual negros troncos, con la jeta abierta.
descansan los caimanes escamosos. Alta selva, morada de la sombra!
Cual se solaza el alma en tu frescura, sobre tu muelle alfombra, bajo tu dombo inmenso de verdura!
En ti el génesis late; en ti se agita la savia creadora; eres arpa salvaje, vibradora, donde la vida universal palpita.
Los árboles, pilastras de tu arcada, se retuercen leprosos en la inmensa hondonada; y muestran vigorosos sus blancas barbas, que remece el viento, cual guerreros pendones de gigantes en ancho campamento. el rio, entre los antros pavorosos donde ruedan las aguas turbulentas al chocar en los altos pedrejones, salta en recios turbiones, y ruge cual si fueran las Tormentas cabalgando en los negros Aquilones.
En la orilla, debajo de las frondas, se ve el plumaje de las garzas blancas, y alla, del pasto entre las verdes ondas, los toros muestran sus lucientes ancas.
En la cercana loma, en un recodo del camino, asoma feliz pareja de labriegos.
Ella, núbil, fornida y bella, de ojos negros y ardientes, y de roja boca virginea, y de apretado seno que forma curva en la camisa floja; y el, atlético y lleno de juventud y vida, musculoso, con muñecas de recia contextura, hechas, como muñecas de coloso de alguna raza extraña, para domar el potro en la llanura, para tumbar el roble en la montaña, la feliz pareja al fin se pierde.
entre la selva enmarañada y verde.
Es la cálida hora del bochorno, abrasa el sol y enerva; se inclina mustia la naciente verba, y arroja el suelo un hálito de horno.
Se ven del tigre en el fangal las marcas; y en la vaga penumbra, entre las quiebras, junto a las negras charcas yacen aletargadas las culebras.
Trasciende el aura vírgenes efluvios; el humo de la rosa azul y blanco sube de la montaña por el flanco, Pan jadea, de lúbricos ardores henchido el pecho, bajo el cielo urente.
y pasa un soplo sensual ardiente, fecundando los nidos y las flores.
ISMAEL ENRIQUE ARCINIEGAS 03

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