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Idginas Ilustradas gen riciadisima ilusion; conoci José Milla.
El autor de los Cuadros de Costumbres de «La Hija del Adelantado, daba lec.
ciones privadas de Literatura a los jóvenes más distinguidos de Guatemala y de las Repúblicas vecinas, entre quienes se contaban Antonio Batres, Marco Aurelio Soto, Salvador Falla, Vicente Saenz y Ricardo Casanova. hos sacerdote, sin duda, el sacerdote más instruido de la América Central ¡Cómo tengo grabado el recuerdo de aquellos dias de aquella fecha en que conoci José Milla! Era una sombría tarde del mes de junio; el calor primaveral aún se sentía, y las primeras recias lluvias del invierno iban a caer. Después de haber recorrido, en estudiantil paseo, ia bella alanieda del teatro de Guatemala, formada de frondosos amates y de copados naran.
jos que perfumaban el aire con las ricas emanaciones de sus mieles de azahares, llegue, acompañado de Marco Aurelio Soto, la modesta casa de Milla, que vivia la sazón cerca del Barrio de la Merced.
Llegué con toda la timidez, y hasta con el encogimiento propio del estudiante provinciano. Iba cumplir un gran desco; pero temia encontrar algo grande que me av2.
sallase, y esto me daba pena, mucha pena; mas la presentación cordial de Soto, mi cariñoso amigo, y la buena acogida de Milla, del hombre modesto, afable y civilizado, me hicieron olvidar bien pronto mis secretas inquietudes, mis penas de estudiante, motivadas por la presencia del literato que había admirado a través del tiempo y de la distancia.
Milla, que en aquella época tenia una altisima posición política y literaria, aun viendo en mi lo que debía ver, un imberbe y pobre estudiante, me recibió con su genial benevolencia, y accedió gustoso mi deseo, manifestado por Soto, de ser su discípulo en la clase de Literatura.
Palacie presidencial Gualemala PALACIO PRESIDENCIAL, GUATEMALA Nunca olvidaré las lecciones que Milla nos daba, de cinco seis de la tarde, en su cuarto escritorio, y la moribunda luz del sol poniente que penetraba a través de los limpios vidrios de la ventana de la habitación. Nos explicaba los preceptos del arte del bien decir, las reglas del arte poé.
tica, y por via de ejemplo, pasaba en re.
vista los escritos en prosa y verso de los más afamados clásicos de la literatura española, que conocia profundamente. En mi se operaba, si puedo decirlo asi, un trabajo de absorción: recogía en lo intimo

    Vicente Sáenz
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