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Páginas ilustradas EN LA CARRETERA fin cae.
El automóvil corre a una velocidad en. plidos del monstruo lanzado a la carrera, diablada. El bosque ha quedado atrás; la tranquilidad infinita que desciende a la ahora es una llanura desnuda, desierta. llanura se apodera de Grivel hasta tal Ni un árbol, ni un techo. la derecha de punto, que el hombre se vuclre, una vez la carretera un foso profundo; la iz. más, para recabar de Genoveva el testiquierda, de distancia en distancia, simétri. monio de la impresionante belleza del cos montones de cascajo. Son las seis. El espectáculo que se les ofrece.
sol declina.
Rápidamente, después de una mirada Es el Dr. Tornery quien se haya en el al marido encorvado sobre el volante volante; masa poderosa, cuadrada, bajo el Genoveva saca de entre sus pieles una traje de pelo leonado. Todos sus múscu manecita desnuda que ileva sus labios, los están distendidos en un prodigioso y envia su amante un beso apasionado.
esfuerzo de atención. Detrás de los anteo. Pero en el relámpago que ha durado jos que cubren el rostro se adivina la mi. su gesto, Tornery se ha vuelto también.
rada intensa. El torso se inclina; las ma De su pecho surge de pronto una impre 1108 enguantadas, enormes, estrechan el cación furiosa. Pronuncia una baja inju.
círculo de madera; las piernas, como re. rja, sus dos manos imprimen al volante cogidas, están listas para accionar sobre un inexplicable movimiento de rotación, los pedales si cualquier obstáculo surgiese y el coche, dando una cabriola terrible, al frente.
salta al foso, desmorona la tierra y por Junto a él se encuentra Amadeo Grivel, su amigo. Por el contrario, es delgado, Dos gritos de terror y el ruido espanto.
tanto que con una mano se aferra al res. so de cosas que se rompen.
paldo del asiento, en el temor de que una Del informe amontonamiento se destasacudida lo haga rodar en plena alfalfa. ca una sombra. El hombre es pequeño, Sus anteojos, menos grandes que los de rechoncho: una espesa barba negra rodea su compañero, dejan ver la finura extre su rostro chato. Sus anteojos de chauffeur ma y la distinción de su rostro.
cuelgan todavia, sostenidos en una oreja.
De tiempo en tiempo Grivel se vuelve. Se afirma sobre sus cortas pienas, se toca, En el fondo del carruaje está encogida Ge y luego arroja lejos de si su vestido de noveva de Tornery, cubierta de pieles y pieles, Dice: con la cabeza envuelta en velos. Parece que hoy no debla reventarLa mirada de los amantes puede al seme ningún neumático.
canzar lo inalcanzable. En el viento, en la Después, con una agilidad que su cortempestad de la carrera, cada una de las pulencia no habría permitido adivinar, se miradas de Genoveva y de Grivel son arrodilla y contempla los destrozos de la una confesión de adoración. Pero lo que máquina. El peso enorme de ésta aplasta no ven, o que no piensan, es que el médi. un hombre, sobre el cual ha volcado; el co los espía. Allà arriba, algunas nubes, pecho está deztrozado; un pic no se mati iluminadas por el sol poniente, se tiñen tiene unido a la pierna más que por un de un rosa delicado. El cielo toma iri delgado trozo de carne. Solamente ha zaciones de opalo. á pesar de los reso quedado intacta la cabeza, pero tiene ya

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