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Páginas Ilustradas Cualquiera que viera Elida asomar sus hermosas pupilas negras por sobre la tapia de su casa, hasta el humilde apartamento que ocupo en la mía, y mirarne de reojo, tendría suficiente para decirme. Chico, te quiere Pero cuán equivocado estaría ese quidanı! Mi vecinita tiene una perversidad coqueta, atrayente: ella me mira, me remira, me vuelve mirar y deja pasear por sus rojos labios. labios finos apenas abiertos. una sonrisa irónica, maliciosamente atractiva, desdeñosa. y nada más!
Ella se sabe muy bien que es hermosa; que tiene un modito de caderas. caderas mías soñadas. que es para volverse loco; que su andar es menudito, breve; que se le adivinan bajo el velo de su ropaje, unas rosas blancas, dormidas, quietas, esperando besos, y también se sabe que tiene y un alma envolvente y espíritu dominador, que es libre, que es audaz, que y es coqueta. sabe que soy capaz de cualquier calaverada fin de alcanzar su amor, y que no permitiéndome ciertas confianzas, me tendrá sujeto ella, pendiente de sus miradas, satisfacedor de sus caprichos, rendido sus pies; porque decir verdad, yo adoro externamente mi vecina y con ella me sueño: qué sueños. que veo dificil de realizar.
La he liablado de mi amor; la he suplicado; la he dicho que la odio. porque cuentan que la mujer que la dicen que se la odia, quiere. y no he podido conseguir nada, nada! Yo, que he tenido Hortensias, Lurlines, Gays, bonitas, feas, jóvenes, viejas, morenas, rubias y blancas, héme aqui, no precisamente despreciado, sino no querido por una mariposa que es capaz de dejar up girón de gracia, de ensueño, en la vera del camino, sin darse cuenta ni importarle un ápice.
De cómo vine hacer historia con ella, tiene gracia.
Mi vecina tiene muchas pequeñas hermanas, unos pimpollos preciosos, que prometen mucha belleza pero no igual genio. serán más mansas, mis condescendientes. y saben que estoy chirlo por Elida, y al verme tienen la maliciosa costumbre de avisarle para que la chica entre en las tiranías que me ponen el alma dar vueltas.
Pues bien, una tarde al ir casa encontré las cuatro hermanitas. Lulú, Blanca, la preferida de Elida, Cecilia y María en la esquina de la de ellas, que con sus ocho ojazos negros y despiertos parecian quererme carbonizar a la vez que dulcificaban el fuego con la coqueteria de sus sonrisas. Al verme objeto de vista y risa por unas pequeñas, les inquiri. De qué rien, chiquillas?

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