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16 Páginas Ilustradas. Já, já, já. todas respondieron. Gracias, gracias. seguí mi camino. Luego tuve que volver mis callejerías, y como Elida me había visto desde el patio con intenciones de salir, fueme a esperar en una de las ventanas que con rejas de hierro parece esto cosa de novelón antiguo. subresalen hacia la calle. Issssssss. los pies de usted, señorita. Mire, haga el favor de no tomar en serio lo de las chicas, son unas niñas muy impertinentes, muy malcriadas. qué se refiere usted, señorita. Dicen que usted les llamó la atención porque reían. Simplemente les pregunté por qué reian. Bien, excuse. Siento haberle molestado. No hay tal, al contrario, señorita. He tenido el placer de oir su voz, de beber su aliento. Soy un admirador de sus gracias, y me ofrezco su servicio. Gracias. Elida Camargo, servidora.
Desde esa vez yo acecho con más puntualidad a la que el Gran Visir tuviera honra contar entre sus favoritas, y valido de que fué ella quien primero buscó la ocasión de conocernos hay que convenir que ella lo hizo con marcado fin de coquetería burlona, de atraerme más, de mostrarme de cerca la pareja perlería de sus dientes. siempre que al pasar la encuentro al pie de la ventana, la trato simplemente de Elida, echando un lado la urbanidad galanteria de señorita.
Un día fui atrevido (y entonces fué cuando recé con todo fervor la oración. En las noches anteriores había estado desarrollando un plan de ideas fin de hacer modo de poder hablar solas con mi deseada y en sitio adecuado tentaciones, como yo me había prometido. Continuará.
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