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16 Páginas liustradas Una tarde la aceché y le hice seña de que se acercara la ventana de la calle, y bajé. Para qué me quiere usted? Es arrojo el hacerme señas desde su casa. Dispense usted, Elida; pero deseoso de que me conceda un favor, me he atrevido tanto. Favor. yo? usted. Si. Vamos. En qué puedo serle útil? Me gustaría hacer un beneficio.
Mire, tengo vocación para hermana de la caridad, para monja. Se burla, Elida. No sé mofarme. Unicamente hago comprender usted por qué me gusta servir. ver, cuál es el favor que desea alcanzar y que tendré placer en hacer?
Esta ironia en aquellos labios provocativos, me sacaba de mis casillas, Era una burla cubierta por la amabilidad, intentado estuve de decirle que nada queria; pero decidido, argumente. Tengo que hablar con usted algo importante para mí y quizás de algún interés para usted. Puede usted pasar adelante, que tendré placer en oirle esas cosas importantísimas (v acentuó la frase. Entre usted. No, Elida; quiero hablarla solas, en sitio en donde nadie nos escuche. Tendré cuidado de hacer que nadie entre en la sala. Pase usted. Pero Elida, no me comprende. Es solas, fuera de casa, como por ejemplo: Las Bóvedas. Usted es un atrevido, caballero. Jamás le he permitido tales confianzas, ni sé qué tiene usted que decirme en un lugar dado. Aquí puede usted hablar. Empieze.
Yo imperterrito. Esta noche en Las Bóvedas, me despedi.
II Un pedazo de plata que.
Un pedazo de plata que vagaba por los cielos trazaba sobre las ondas rumorosas de la mar inmensa y quieta, señoril y obscura, un camino blanco amarillento, angosto y largo: una ilusión.

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