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Paginas Ilustradas 19 brante; preparando el ataque, escogiendo el campo de acción y recreándome en mi victoria futura. Si viene, no se me escapa. decía. para distraer el tiempo, que se me iba haciendo impertinente, cansado, me asomé la mar y encendi un cigarrillo. Dicho sea de paso: en fumar padie me gana.
La mar, en plena marea, golpeaba retumbante, incansable; la muralla; lamia con gracia de monstruo domesticado, sin enfado, los peñascos negros informes que abundan por este sitio, como enamorándolos.
Yo miraba todos estos encantos de Naturaleza con inquietud, porque sólo pensaba con toda fijeza en mi linda vecinita.
Un rumor como de piesecitos leves pisando arena me hizo volver la cabeza. Era Elida, que hermosa, serena, radiante, con sonrisa quisquillosa, avanzaba resuelta, cimbreando artísticamente sus redondas y deseadas caderas, con aire de triunfo, camino hacia mi.
Por las sombras de poca luz. un poco de luna y un poco de eléc trica. se presumía que su falda, graciosamente recogida por una de sus manos blancas, era azul, de un azul finísimo, y que su chaqueta coquetonamente ceñida sus carnes morbosas y tibias, era de seda crema baja.
Las mangas cortas dejaba todo aire suave y toda vista ansiosa unos brazos redondos, macizos, pícaros, que dejaban adivinar unas piernas doblemente bien formadas y doblemente más incitantes. Ah! pícaras serpientes macizas y redondas, si me llegarais estrujar. Caballero. Elida. nos dimos un fuerte apretón de manos que quise prolongar. Me bace daño, murmuró, retirando con ligereza las suyas de las mias. Muchas gracias, Elida por haber venido, le susurré fijando intensamente las mías en sus pupila brillantes. Pues no, no debe darme las gracias. No habiéndole prometido la cita, no tenía usted por qué suponer que yo viniera, ni mucho menos creer que he venido con intenciones de casualmente entrevistarle. Como vivo cerca, la subida, y como la noche está fresca y adecuada para contemplar el cielo, las estrellas, el paisaje triste de la luna; aparente para ver visiones sobre el mar y oir sus quejas, sus cuitas, sus amores, vine soñar, sola, y echar volar por las sombras de la noche mis pensamientos. Bueno, pues doy las gracias a la feliz idea de usted que ha hecho, sin usted quererlo, que tenga la oportunidad de hablarla cosas que quizás

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