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20 Páginas Ilustradas su corazón no ha oido de corazón mis sincero, y que segura mente han de agradar el suyo. Vamos, siéntese usted aquí en esta banca, y charlare y mos quimeras elocuentes que serán realidad. Elocuentísimo está usted, y sólo por cirlo, para ver sus frases, le complaceré. Ignoraba que supiera hacer tan artificiosas palabras, haciendo un mohin encantador y picante, aceptó mi invitación, y yo, tratando de acercarme cuanto podia aquella mujer que me envolvia en un valo lujuriantemente embriagador y que me miraba de un modo pervertidísimo, comence. Usted habrá comprendido, Elida, que de há tiempo vengo persi: guiendo su cariño; que busco ansioso las ocasiones de poder mirarla, contemplarla, y de trasmitir con todas las fuerzas de mis ojos en sus pupilas intensas de diva, la inmensidad de amor que llevo aqui dentro y que juro es para usted sola. Já, já, já. De buenas primeras, tan. la amo usted! habla usted de amor? já, já, já. hizo aquella risa de una manera estrepitosa que me estremeció. Cuántos años tiene usted. Yo. Veintidos. usted. Qué le importa. Es verdad, no necesito saber su edad para saber que es hermosa, encantadora; que vale un mundo; para amarla. Me hace gracia que un hombre su edad jure que ama y que haga pantomimas risibles demostrando amor. Cuando se está como usted, el corazón es incapaz de sentir amor por mujer alguna. Pasión, deseo, rehemencia de posesión, lo que se olvida se desprecia después, es otra cosa, que sin duda es lo que usted siente por mí, y lo que no puedo admitir en ningún caso. Elida, vea usted: siempre amor es deseo, es pasión que asciende al supremo desahogo de la posesión: pero se ama, se desea, con el corazón. mi corazón está en sazón de quererla, amarla mucho, mucho, y mís todavía. Porque asi, esta mi edad, y la suya comenzando vida, es cuando se sabe apreciar la miel que gota gota destila el amor, la Vida, en nuestras almas. qué les sabrá la Vida esos que van declinando?
Qué fuerzas, qué júbilo, qué amor pueden sentir esos que no tienen aliento siquiera para volver la vista desde la cima del trayecto la pendiente que han ascendido, ni para recrearse en los perfumes que se llevan de las flores que han encontrado a la vera del camino. Qué ideal, qué aliciente,

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