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Puginas ilustradas puede encontrar una mujer bella, fogosa, fresquita, toda llena de ensueños y deseos, en las promesas de uno que fué. Debe admitir, Elida, que el que tiene el corazón en plena alborada, es quien sabe, puede y debe amar solamente. Los demás. los demás deben contentarse con vernos fe.
lices y dejarnos hacer, porque a la verdad, no saben querer, se olvidan de cómo se ama; si, Elida, se olvidan. Já, ja, já. Magníficas sus teorias. Decir que un sexagenario no tiene derecho a decir una de quince lo que usted me está diciendo. S1. Pero dígame usted: y qué agrado hay en oir frases amorosas de una boca desdentada sujeta un poco de arrugas. Mire: no discutamos. Creo que usted es incapaz de saber amar porque su edad no se ama, y nadie me saca de ahí. Luego, usted no sabe amar? no puede amar? es acaso que el inconveniente de la edad sólo se reduce los hombres. Ah, amigo! las mujeres somos todo corazón desde temprano. todo agudeza y perversidad.
Ella se mordió los labios y giró la mirada lejos de mí.
Las cosas iban tomando mal camino. Pensaba yo que llevando la conversación por ese lado la perdería, pues cuando la mujer se encapricha, nadie ni nada hay que la haga cambiar de idea. Así, pues, cambié de táctica y haciéndome el inconsciente iba buscando la manera de tomarle una de sus manitas de nieve y traviesas para acariciarla. Ella comprendió mis intenciones, y. Estese quieto, me dijo. No me gustan esas cosas.
Yo, haciéndome el sordo, y rozando aquella piel tibia y tersa: y Elida, ha visto usted en las mañanas hermosas, todas llenas de luz y sol y aromas y armonías, las aves como se buscan y se arrullan, rouy dulcemente. Sí, y qué. No le llena de sensación exquisita el alma y de envidia ver esos dichosos sabiendo apreciar la vida. No y sí. No le comprendo, explíquese. No, porque sería una simplona envidiar seres que sufren o gozan sin comprenderlo. Cree usted que ellas ignoran si lo que llevan es pena paz. Claro que si! sí me recrea la vista verlas saltar de rana rama, persiguiéndose, rasgar con sus alitas matizadas los aires, calentar sus nidos,

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