Guardar

PÁGINAS ILUSTRADAS 11 Paginas Ilustradas La lágrima de San Pedro razo. Cuentecilo para mis nietas. lazo o; a 15 hojuelas, TA VALLE noche.
ginas lloradas No cesaban los aldabonazos en las férreas puertas de la celestial mansión Uno de esos desastres que en la tierra explicamos, o intentamos explicar científicamente, pero que en su último porqué escapan, y escaparan siempre la investigación humana, había sacrificado a las leyes de la Naturaleza millares y miHares de vidas de otros tantos seres no todos preparados para el imprevisto trance y cuyas almas iban llegando, agrupadas y en revuelta confusión, los umbrales de la Gloria cuva guarda está confiada al Santo Apóstol que, en desquite de su triple negación, entregó su única vida.
No fiando el Creador en las energias del san to Portero para contener la irrupción, ni tampoco en la rectitud del viejo Pedro para exigir la inmaculada albura en las almas de los que hubieran de entrar. pues el decantado mal genio y humor hipocondriaco del principe de los apósto les es más cuento que verdad, y sirve sólo, en ciertas ocasiones, como de disfraz para cubrir las ternuras de su corazón. había encargado la vigilancia de las celestes puertas al Arcángel jefe de las gloriosas milicias, con especial recomendación de impedir el acceso a todo espiritu que no estuviera limpio de culpa.
Sabida es la lealtad y la entereza con que el glorioso Miguel obedece y cumple los divinos mandatos del Señor; y presumibles son las ne.
gativas que tendría que oponer las debilidades del viejo Pedro siempre inclinado encontrar circunstancias atenuantes hasta en los mayores criminales, y en aquella ocación partidario decidido de la concesión de una general amnistia y un completo perdón, para aquellas almas separadas tan bruscamente de sus cuerpos; que en la propia causa y forma de la muerte, hallaba el santo Apóstol razón sobrada para el perdón mas completo, de las culpas que, por lo menos, no fueran gravisimas.
Pero el santo Arcángel era irreductible, y es.
cudándose en las severas órdenes recibidas y en suis sacratísimos deberes, no sin tener que vencer alguna que otra vez sus propios impulsos, ne gala en redondo la entrada a toda almas que en su finisima balanza, no inclinase de una manera absoluta el platillo del bien.
Eran, desgraciadamente muy contadas, conta.
disimas las almas que conseguían traspasar los umbrales de la gloria. Sólo las de los niños, muy niños, eran recibidas sin grandes exigencias, pues si alguna ligera mácula las empañaba era más macula de ignorancia que de voluntad.
Mohinas unas, desesperadas otras, iban tomando el camino del Purgatorio del Infierno en cumplimiento de la inapelable orden del Arcán.
gel. Quedaban va pocas. Tal cual mujer llevan do en su inmaterial regazo el tierno vástago muerto en el mismo momento en que recibia la vida. Algún viejo decrépito que intentaba rega.
tear, con los últimos sufrimientos, el valor, pasi vo en este caso, de una juventud turbulenta.
Cierta eminencia mundana que empleaba, inútilmente, la elocuencia que en la tierra le habia valido honor y fanm. Un general de brillante carrera que pretendia que pesasen en la balanza de la divina justicia los dias de mentida gloria que había dado su patria, venciendo en cien combates sus enemigos y extendiendo por el mundo el prestigio de su bandera. Otros y otros que, exponiendo méritos terrenales, caían en la mais horrible decepción al ver el escaso valor que te nian ante él, que es la única Verdad y la única Justicia.
Fueron, una tras otra, desapareciendo aquellas almas y sólo quedaron, ante los ojos de Pedro, los inmortales espiritus de un viejo, no muy vie.
jo, que llevaba de la mano una niña muy niña Quién eres tú, preguntó entre cenudo y cortés el Santo de las llaves, al hombre. Fui un ser le los que el mundo llama privilegiados. Noble, rico, poderoso, brillé en todas partes. Contribui con mis dádivas al esplendor del Culto; dediqué cuantiosas sumas al alivio de los males: cumpli con los preceptos y sostuve mi familia con el decoro y esplendor debidos. nada más? interrumpió el severo Arcángel. Oh si! Di muchas limosnas, enjugué mu chas lágrimas, levante muchos desgraciados, betra mis padres, guit a mis hijos.
UARDIA Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica.

    Notas

    Este documento no posee notas.