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PAGINAS ILUSTRADAS 21 In memoriam Amelia Denis de Ycaza. WoY se volvia itel lado Bo la eterna sombra. Palavea)
Yo vine un tiempo verte sonreída, Llena de juventud y venturosa; Acerquéme la orilla sostenida Por una mano amante y cariñosa. Hoy nada tengo, todo lo he perdido; Solitaria la orilla vengo ahora: Tú, como siempre, corres engreído, mi alma triste, acongojada, llora.
a Habri de notarse, sí, que sus versos no siempre están sujetos esa rigurosidad de los preceptistas, pues siempre creyó que las reglas métricas eran demasiado tiranicas, y que le impedian dar rien.
da suelta su inspiración.
Ya en sus últimos años, anciana, triste siempre y nostalgica, sus hijos, la patria y los hijos de sus hijos, eran el tema de sus cantos. Veia el cielo de Nicaragua y los picos del Momotomboy le parecia estar viendo el cielo de su patria y divisar la cima de su Ancón querido.
Aunque hacía muchos años que la inspirada y sentimental poetisa doña Amelia Denis de Ycaza habia por razones intimas abandonado los patrios lares, para vivir bajo el cielo y en la tierra de Rubén Dario y Santiago Argüello, no por eso todos sus conterráneos cubrieron su nombre con la sombra del olvido y no por eso dejó de ser sentida cuando si esta capital llegó la noti cia de su fallecimiento: unos la lloraban porque la habian conocido de antaño y tratado de cerca; otros la sentían porque, habiendo leldo sus patrióticos versos, consideraron que con su desaparición quedaba rota una cuerda y extinguida una modulacion en la lirica istmeña, modulación quizá la más vehemente y más espontánea que haya tenido Panama, después de la de Tomás Martin Feuillet.
Los versos de doña Amelia siempre fueron lef dos con el mayor gusto y entusiasmo desde que el público empezó a conocerlos, y muchas de sus composiciones fueron reproducidas, no sólo en Centro y Sur América, sino que de Europa recibia siempre muchas felicitaciones, tanto que la Baronesa de Willson, cuando por primera vez vino a visitar el Istmo, en sus excursiones por la América Latina, manifestó, al llegar a esta ciudad, el deseo ardiente de conocer a la persona de que nos ocupamos.
En la montaña de mi patria y un caracol vacío, composiciones suyas, fueron tan favorablemente encomiadas, que el señor José Domingo Cortés también las creyó no sólo buenas, sino tau dignas que las hizo figurar en su Ramille Fortico, donde figuran las poetisas más distinguidas de Hispano América, libro que ha tenido gran aceptación entre los que gustan de la rima y los sentimientos delicados.
Para que se vea cuán facil cra doña Amelia en la concepción de sus versos, citamos enseguida estas estrofas que improvisó allå en 1875, al contemplar un torrente que en su niñez le había servido de encanto y admiración. Triste al ver cómo el tiempo habia modificado un tanto sus ideales de niña, y llevadose sus recuerdos de plácida niñez, dijo: Sé que no eres el mismo; quiero verte de lejos tu cima conteniplar; Me queda el corazón para quererte, Ya que no puedo junto a ti llorar.
dijo llena de tristeza al ver que manos extrañas en fuerza de la obra del Canal, el cerro de sus simpatias y cativo ha sufrido gran modificación.
También nosotros, como dice Metus Ritos, In revista que dirige don Gregoria Miro, nos inaginamos ideña Amelia con el pesado fardo de sus dolores en su luclio de muerte, fja la mira da en el caso, como si con los ojos del alma tratara de vislumbrar por la postrera vez el Istmo, centro de sus mas dulces afectoe, al cual dedies estrofas tierras, hrotes de su lozana inspiración.
llos, ya duerme el sueño eterno en tierra de insignes poetas, en su segunda patria: pero aqui, donde vio la luz primera, no ha de faltar quien le dedique sus pensamientos y sus cantos. Panami 1911.
Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica

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