Guardar

PÁGINAS ILUSTRADAS 33 vagando por la población completamente desierta, envuelto en una bata, sin haber podido hallar quién lo auxiliase, porque todos los habitantes habian huido por temor al contagio, y fué voz pública que murió de necesidad, iPobre barón Bulow, que puso su espada y su ciencia de ingeniero militar al servicio de nuestra causa!
Cuando llegamos Liberia se dictó una orden general els de mayo disolviendo el ejército.
Cada oficial recibió una cuarta, cada soldado un escudo y se nos dijo a todos que nos fuésemos nuestras casas como pudiéramos.
Asi fué licenciado aquel valiente ejército, el mejor de cuantos ha puesto Costa Rica sobre las armas!
VÍCTOR GUARDIA Discurso nces nostro grandeza de de su coraiorábamos y e fué un ver los soldados siagos. Tarea triste sería la jres de la epi.
imientos del os se libraron me atacó en niendo estaba cuando senti nas: por suer.
saba el docMeza, único abia quedado.
di su ciene es agudolon Fermin e salvar; si es sto, que te lo ateria. Me hi la mitad del frasquito, ad la dosis res.
para él. El re.
mo me lo pro.
ria un médico llamado Laa disenteria y mano Faustino pronunciado por el Lic. don Nicolás Oreamuno, Ministro de Guerra, en el atrio de la Catedral, ante el cadáver del General Don Victor Guardia Señores: Sapoi de re.
oche el baron orpulento que endo qué coque sólo po a de galleta jort exclamo lo una navaja una pequeña es como él, y on y no menor le pregunto que replicó el a se cura con la mañana malisimo. No lo llevamos supe que ha que anduvo Ayudante del General Cañas en la Campaña Nacional, Sargento Mayor que peleó en la bataIla de Rivas el 11 de abril de 1836, Gobernador y Comandante del Guanacaste en la administración del Doctor Castro, Miembro de la Convención Nacional de 1870 y de la Asamblea Consti tuyente en 1871, Secretario de Estado en el Des.
pacho de la Guerra y Comandante General en varias ocasiones durante la administración del Presidente Guardia, Secretario de Estado en el Despacho de Hacienda mientras ejerció el Poder el Designado don Salvador Lara, Presidente del Congreso en 1882, Jefe del Ejército Expedicionario en 1885. Candidato a la Presidencia de la República en 1886. Comandante de la Plaza de San José en la noche memorable del de noviembre de 1889, Jefe de las fuerzas destinadas a Nicaragua en 1898, recientemente Inspector de Milicias, y después pensionado por aclamación en el Congreso Nacional el año antepasado, en reconocimiento de sus méritos, así en las gallardas jornadas de Militar, como en los altos y ati nados desempeños en la Carrera Civil. He allien seca enumeración que no mis elocuente podrian hacerlo todos los recursos de la Oratoria. el resumen hermoso de la vida pública de es.
te varón en cuyo homenaje estamos aquí reunidos y cuya despedida asistimos consternados: del General de División don Victor Guardia. guardia de honor le hacen, magnífica, ese feretro, dos nimbos esplendentes: el valor del cinimo y la bondad del corazón, las dos virtudes excel.
sas que, en armonioso concierto, imprimieron carácter al Caballero Militar y embellecen hoy su respetada memoria.
En su agonía lenta, la intensa luz de un recuerdo orgulloso ardió en sus ojos iluminó su semblante: ante su espíritu debió presentarse aquel cuadro trágico con el que comenzó su carrera de hombre de armas, tan bravo en la guerra como magnánimo en la paz. Volvió a sentir la inclemencia de aquellas montañas cuya humedad enjugó con el calor de su juventud bizarra; oyó otra vez el grito valeroso de los clarines que estremecieron aquellos campos; se vio envuelto de nuevo por el humo denso de aquellos com bates; y cuando, trabada la lucha a la bayoneta, se limpió la atmósfera y pudo contemplar el gesto altivo de sus compañeros muertos, la inspiración del triunfo heroico vibró en su postrado cuerpo; y fija la mirada vidriosa en un punto, agitaba los brazos convulsos por acercar algo los labios: besaba el pabellón tricolor bajo cuyos vivos matices peleó electrizado de patriótico entusiasmo; pabellón entre cuyos pliegues nos trajo la sagrada memoria de aquellos que ganaron, con la inmolación sublime, la redención de la victoria. Esa bandera está enlutada: y, Alma del País, su vez paga hoy la deuda suya este soldado valiente, extendiendo sobre su tumba la magestad de su honor y convocando a los costarricenses para que, ante la augusta presencia de ella, retiemplen su espíritu en el amor de la Patria, Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica