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PÁGINAS ILUSTRADAS 17 Limón Hespacho hasta la cual llegaba el rio cercano, reconfundia en el vestibulo para ver salir husando encontrarse con las ciudades, la coupletista, los grupos de mujeres en tanto que, desde lo alto de las sierras, huían hacia la calle en busca de sus aubajaba el Sol envolviendo a los pueblos tomóviles.
en un torbellino de fuego. este idilio eclógico siguió una decoración de muerte; dia dia, de la ciudad Cuando sali del teatro, con fiebre de llegaban botellas de chartreuse y de men pensamientos en la mente, el jardin certa, y Arturo Ruiz, al despertar cada no cano estaba desierto, y las luces de los foche, oia corta distancia el trotar de un cos eléctricos se agitaban nerviosamente caballo que se alejaba.
como gotas de azogue.
Una mañana, al retornar de su sueño, Me senti extraño y solo, en medio de vió que la zingara no estaba con el; un una ciudad dormida, a la que me daban frio de muerte helaba sus huesos, com deseos de despertar con la contera del prendió que se moria, y tirando al suelo bastón.
los restos de una última copa, dió fin Arriba, un viento sensual cargado de su libro de notas marginales, revelandolo perfumes ambiguos, embestia furioso, to todo.
cando la falleba de los balcones: un vienEn la obra, largo tiempo comenzada, to quizás escapado de Londres, un protrasegó su agonía, testando a los jueces el fundo suspiro que podía llegar de Paris trabajo de descubrir la culpable.
Cuando la última escena hizo punto LEONARDO MONTALBÁN final, un silencio, el que precede a las catástrofes, pasó como un escalofrio por todos los cuerpos De pronto una mujer, sobre la que caían las sospechas del público, abando nó su palco, y paseo sus ojos como dos puñales sobre el proscenio.
Bajo las gradas que conducian al foyer, y dirigiéndose al escenario, irguió la cabeza y saludó al público, y Fue una manera original de delatarse.
La policia, prevista instintivamente de lo que iba pasar, avanzó al lunetario; en larga fila se formó la guardia, y ella les extendió, para que la sujetaran, sus dos brazos, finos y blancos, en cuyas muñecas brillaban dos ajorcas de oro.
La multitud, delirante, frenética, con un gesto macabro, rompió en aplausos.
El telón, que permanecia levantado, cayó al compás de la última palmada, y Volumen de nuestra edición: 500 ejemplares.
PÁGINAS ILUSTRADAS Circula por todo el pais mientras la concurrencia de hombres se Suscribase hoy NA edades Botica.
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